domingo, 9 de agosto de 2015

Sevilla se viste de noche

Martes travieso
-de estrellas-
y tú con minifalda recorriendo la calle mayor del centro.
¿Pensaste que no me daría cuenta de tu encantador silencio?
Sola, buscando unos ojos sobre los que brillar te encontraste con los míos.
Esperaste a ver las baldosas bañadas por la luz de las farolas para salir de paseo.
Un bar de aquí, y otro de allá. Copa rota, una tras otra.
Nunca conocí a otra que me embrujase el corazón con la mirada como tú lo hiciste aquella noche.

Quizá fuera el calor del verano el que no me permitía pensar con claridad, o el hecho de que Málaga y Sevilla hubiéramos coincidido aquel fin de semana en Cádiz, causando la peor parte del efecto mariposa.
Sólo recuerdo que te vi sonreír y no pude impedir que el mundo se me parara. Ellos me insistieron que persiguiera a tus amigas, que ellas, con tanta risas, eran maravillosas.
Pero no hice nada. Y mi corazón prefirió quedarse con la timidez de tu sonrisa, y la calidez de tus ojos verdes.
Desde aquella noche mi cabeza no ha dejado de recordarte bailando. Y sé que no tengo más opción que quedarme con tu recuerdo.
Pero aquella noche fuiste mía.


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