jueves, 25 de junio de 2015

Hicimos que la casualidad nos obligara a coincidir


Siempre cogían el mismo autobús- Ella se bajaba en la tercera parada, él en la séptima.
Ambos tenían medios para no tener que usar el transporte público pero, les encantaba disfrutar de la compañía extraña.
Sin conocerse, compartían la misma peculiaridad. Les gustaba escuchar cada mañana los buenos días del bueno de Salvador, el conductor.

Cada mañana, cuando el sol de la capital se encendía y las farolas decidían recogerse, ellos esperaban en la parada de autobús. No entendían cómo la mayoría de los transeúntes escogían la fría oscuridad del metro. La inhospitalidad de su rapidez o lo impersonal de los azulejos que visten los pasillos.

Pero llega el día equis: el día en el que ambos se sienten bien y en el que, ni un pie izquierdo, ni un cruce con indefensos gatos negros podrán impedirles conseguir todo lo que propongan.

Ella, se viste presurosa, nunca fue presumida pero, desde que coincide con tanta vida en un común autobús procura que el rímel esconda algo más su mirada y le otorgue ese misterio del que siempre quiso envolverse.
Él, sin embargo, siempre tan adelantado para los asuntos femeninos, intenta adular a toda mujer que pasa por delante, ni es capaz de dirigir su mirada hacia la joven a quien extraña cuando llega la tercera parada. Lleva gorra para ocultar que le delata el rubor de las mejillas y, en su cabeza resuena la banda sonora de su historia: 'Alright' de Supergrass, le devuelve la ilusión.

Ambos suben al autobús, inquietos. Comparten únicamente presencia.
Las barras metálicas los separan. Ella mirando a la ventana y él, al suelo.

Pero deciden que ya basta. Que llegó la hora de tentar a la suerte, verle los ojos al destino y arriesgar.

Primera parada. El tiempo va pasando y parece que ambos volverán a perder la oportunidad, hasta quien sabe cuando. Ella lo mira de reojo. Se ha dado cuenta de lo bien que huele y están lo suficientemente cerca como para rozarse.
Él aparta la vista del suelo, la desplaza y busca su mirada perdida.
Se arma de valor.  La segunda parada queda atrás.

-¿Por qué siento como si te conociera de siempre?- Le pregunta poniendo una mano sobre el hombro de la joven.
Salvador avisa a la chica desde el retrovisor, ha llegado a su destino.
-Quizás.- Dice ella con una sonrisa. Antes de bajar se da la vuelta y lo observa intensamente.

El joven quiere quedar decepcionado ante la respuesta y la marcha repentina cuando se da cuenta de que en el bolsillo derecho de su chaqueta azul hay un pequeño trozo de papel doblado cuidadosamente.
Al abrirlo puede ver una fecha 
6.05.2015, una hora escrita en letras 'veintidós y veintidós' y una línea de metro (02) con la palabra SOL debajo.
Se le escapa una sonrisa. La primera de muchas. Aquel día comienza una historia en presente. No saben hasta donde los llevará el futuro.
Solo sabe que esta noche, una de junio, de primavera tardía, tiene una cita con sus ojos en el subsuelo de la capital.
¿Por qué a las diez y veintidós? No lo sabe pero, no tardará en descubrirlo.
Coge el móvil y marca: 605201502.
La voz que susurró un quizás antes de salir del autobús contesta tras el auricular.

domingo, 21 de junio de 2015

Autre Dimanche

La melancolía llama a mi puerta los domingos.
Llama a un ático donde rara es la vez que no contemplo una puesta de sol bajo el ritmo de pasos tranquilos.
Adoro los atardeceres.

Normalmente los domingos son acústicos, son demasiado míos.
Los declaré, hace ya tiempo, días creados por y para mí. Para hacer lo que me diera la real gana.

Al final siempre termino viviendo despacio, frenando el inicio de la semana.
El domingo de hoy ha sido como los demás, rutinario, semanal; 
aunque no acústico.

Primer domingo de un verano adivinándome en la sonrisa mis ansiadas expectativas.
Fin del fin de semana, final apoteósico de la amada primavera, dando pie al comienzo de algo que se me antoja infinito y que después, siempre se queda corto.

Hoy ha sido un domingo frenético. Un domingo de levantarse extrañando el francés, de hablar sola. Un domingo de añorar el italiano y rebuscar miles de guías que pudieran transportarte hasta el Trastevere.
Un domingo frenético, no por la rutina, no por la compañía familiar, ni por la falta de tranquilidad,
sino por la música.

Hoy era el día de la MÚSICA, así, tan en mayúsculas.
Y la música que decidió perseguirme hoy era de guitarra eléctrica y gritos en otro idioma.
Ha sido un domingo de orden y desorden, de locura y golpes a una batería con el volumen más alto de la cuenta.

Pero luego vuelve la melancolía.
Vuelve en los segundos de transición entre canción y canción. Vuelve con aplomo y susurrante.
Pero siempre vuelve, como cada domingo, para decirme al oído que quedan locos en el mundo y el mundo es un lugar gobernado por locos. Vuelve para definirme con palabras abstractas y darme la espalda, para hacerme recordar y borrar otros recuerdos. Vuelve para cerrar una vez más el domingo a golpe de reloj buscando la luna por el cielo.

Es cierto que hoy el sol se fue más tarde que de costumbre, aunque no hay demasiadas estrellas y fuera está tan oscuro...

Otro domingo más.


(Amélie, Audry Tautou)

viernes, 19 de junio de 2015

Color café

Quiero que me enseñes la satisfacción de compartirnos un café.

Dicen que se usa como excusa, como pretexto, como respuesta a algún problema. 
Que se utiliza con o sin sueño, por placer o por tedio.
Dicen de él, que compartirlo puede ser de dos o de más. Dicen que hasta hay quien lo comparte individual.
Que estimula, que relaja, que adormece, que revoluciona.
Dicen que te hace pasar de cero a cien, de cero a mil.
Al café le pasa como a ti.
Ambos tenéis el mismo efecto sobre mi.

Se dice que hace que desveles tus más oscuros secretos cuando lo compartes con la persona indicada. Se dice de él que viene de lejos para acercarnos aún más.
Que quiere que seamos impacientes, que lo convirtamos en rito y en tradición.

Confieso que siempre me han gustado las tradiciones, tanto o más que los cambios.
Con ellas puedo ser yo, reiterar que estoy viva, que respiro para vivir un mismo momento maravilloso, diferente cada vez.

Quiero que me traigas el café los domingos a la cama. Quiero que endulce nuestras navidades y amargue el más seco de los veranos. 
Quiero probar una mezcla nueva, juntarlo con los restos de sal que deja la marea en la orilla. Con eso y con tus besos.
Quiero que la mezcla se convierta en tradición el cuarto amanecer del solsticio.

Y quiero probarla de tus labios.




Encadenadas

Aún ni has entrado por la puerta y sé de sobra qué camisa llevas puesta.
No es por presumir pero carezco de razones por las que no quedarme contigo.

Siempre pensé que era el café quien me desvelaba cada madrugada, quien me hacía bailar sobre el parquet recién fregado o el que me quitaba el aliento persiguiéndome por el pasillo de nuestro
 hogar- hasta que te encontré-

Hogar porque nos ha adivinado con el mayor de los cariños, tanto despiertos como dormidos, nos ha tenido miedo y ha reído al escucharnos soñar.
Hogar el que tú y yo hemos ido construyendo paso a paso, el que hemos compartido.

Compartir. Compartir una y mil vueltas de la vida, todas las benditas suertes, los cines de improvisto y las obras de teatro viejas. Lo comparto todo si es contigo. Puede que compartir esté minusvalorado y que realmente sea eso, y no cualquier otra minucia, lo que mueva el mundo, y en definitiva: la vida.
Por compartir, compartamos la felicidad.

Felicidad, qué bonito nombre tienes. ¿Nunca lo han oído antes? ¿No les parece que lo dice todo? Felicidad-
Despertarse con un beso, que el un rayo de sol entre por tu ventana.
Adivinarte, soñando, los lunares de la espalda.
Que llueva y saltar los charcos.
Contar hasta diez con una sonrisa.
Encontrar personas que hace mucho que no veías.
Recordar, aunque duela.
Insistir, no parar.
Bailar sin tener descanso.
Cantar en el Café Libertad, a unas ocho de la tarde, un abril.
Cantar a los cuatro vientos.
Ver nacer, y despedirse de quien se tiene que ir.
Ver el vidrio en la mirada, emocionarse.
Recorrer el mundo,
Contigo.




domingo, 14 de junio de 2015

Gris

Hace tiempo que no sale el sol.
Que las nubes lo cubren todo.

El sur dejó de ser sur y yo solo quiero coger un vuelo que me lleve lejos. 
Lejos de los problemas, de las penas y tristezas.
Lejos y cerca de ti.

Puede que sea una tonta, que las expectativas que tengo me vengan grandes y que las llamadas de madrugada estén sobrevaloradas.
Pero soy así.

Me gusta tostarme al sol, bailar sobre las tormentas, utilizar el gris como mi color favorito. Me gusta divisar lejos el horizonte y ver tantas puestas de sol como amaneceres.
Me fusta ser consiente e inconsciente a la vez, tirarme al mar azul, respirar fuerte hasta quedarme sin aliento.
Me gusta mi sur, pero también mi norte.
Pero que todo sea con un contigo, con un a tu lado.


"He imaginado miles de veces el resto de mi vida contigo y apetece."

Humano


Ambos querían vivir, pero solamente uno sobreviviría. 
Eran dos gotas de agua. Nadie era capaz de diferenciarlos: Pelo oscuro, ojos claros y misma expresión en el rostro. 
Uno, la máquina; otro, el humano. 
-Soy yo.-Repetían sin cesar. 


La luz se fue. 
En aquella oscuridad sólo uno de ellos gritó. 


Dopamina los domingos

Domingos de madrugada que vuelven a las andadas.


A veces me da miedo cerrar los ojos a la luz de las estrellas.
Tiemblo al pensar que pueda quedarme dormida sin tener tus brazos para abrazarme.
A veces imagino que tu respiración susurra sobre mi pelo despeinado de domingo vespertino.
A veces me da miedo dormir por aquello de soñar.
Ya sueño demasiado despierta como para tener que hacerlo dormida.
Me da miedo sentir. Tengo demasiados sueños sentidos y no encuentro el rincón escrito a lápiz para poder borrarlos.

Me da miedo volver a caerme y que no sostengas mi mano para evitar los traspiés.

Tengo el corazón dividido, en versos que se recitan a besos, en acordes de guitarra y en teclas de piano, en blanco y negro como la vida misma.

He llegado a pensar eso de que ni yo misma entiendo el entresijo de mis pensamientos con tal de no mirar a los ojos a los problemas.
He llegado a cubrir con mis manos las lineas imaginarias de tu espalda, intentando adivinar qué se siente al notar tu aliento.

Era verdad eso de que el amor estaba para hacerlo, y más en braille-en palabras de Fredi- porque es cierto que el amor es ciego.

Tengo miedo de dormir y soñar que levanto con tu camisa puesta de la madrugada anterior, solo soñarlo. Esa que aún guarda tu perfume, junto a la esquina izquierda de mi muñeca.

Tengo miedo de revelar un secreto tan profundo como el mar.

         (Alexis Rein, Jay Alvarrez)

sábado, 13 de junio de 2015

Salta

Los buenos días hace tiempo que pasaron a ser del montón. La magia y el brillo en la mirada se extinguieron. La música ya no llega al corazón con la misma fuerza. Las ganas se gastaron de tanto abusar de ellas.
Una historia de quinientos días con sus noches que se perdió en el tiempo.
Todo, mientras caía lenta la arena del reloj.
Se perdieron las confidencias, las confianzas.
Pasaron de ser amantes a dejar de amarse tanto. 
Terminaron por ser meros conocidos a la luz de un recuerdo que desconocían, bajo la pena de una carta que jamás consiguió entregar los sentimientos al destinatario.
Y volvió a ser el tiempo, disfrazado de distancia, quien abrió la grieta en los corazones.


a M.
(Jay Alvarrez, Alexis Rein)

martes, 9 de junio de 2015

Fuiste inspiración de cantautor mientras dolías, qué más querías.



Pasaron tantas cosas por mi mente cuando te vi. Se me hizo raro y maravilloso a la vez poder caminar en otro de mis tantos sueños. Eras y eres de carne y hueso, has reído, has afinado la mas bella melodía con las cuerdas de tu guitarra. Y tu voz ha acompañado a mis sentimientos. Mis ojos se han emocionado solos. El vello de mis brazos se ha erizado al descubrir quien cantaba en el escenario.
Otro momento mas que coleccionar, para el recuerdo.
Debo ir pensando en comprar un nuevo baúl, el otro está a rebosar de pequeñas historias, de otoños en los que llueve en Sevilla, y de torres doradas con mujeres que se marchan de madrugada.
El hecho de que el dolor se pueda compartir y disipar me llena tanto que asusta.
Dejémoslo en que no somos mas que meras conexiones: pequeños puertos a los que un día llega un barco a la deriva.
Pueden suceder tres cosas: que el barco realmente buscase tu refugio, que llegue para quedarse porque encontró el amor en el brillo de tu mirada,o que simplemente este de paso y te regale una vida compartida más antes de partir.
Gracias por lo que me siento incapaz de describir, por dejarme sin palabras, a mi, que presumo de usarlas para todo.
Verte derramar tu norte por mi sur me ha hecho sentir inmensa.
Gracias a gente como tú, que al ponerle pasión a la vida consigue que los de su alrededor ansíen vivirla a tu lado.
Gracias por la mano izquierda, querido zurdo, que es quien repite lo que recita tu cabeza, y por la derecha, que le pone cuatro acordes a cualquier rincón del corazón.
Un lunes como otro cualquiera, pero contigo.
Un placer, Andrés. Qué ganas tenía de convertirme en un recuerdo a olvidar de tu memoria selectiva.



lunes, 8 de junio de 2015

Nueve números

Y entonces me echaste de menos.

Extrañaste todos y cada uno de los jueves en los que esperaste verme aparecer con los labios rojos.
Quitaste todos tus miedos de un corazón aún sin estrenar, sin ticket de cambio.
Escuchaste todas y cada una de las canciones que me hacían perder la cabeza.
Mojaste en cada ron todas las dudas, mientras tu sonrisa se resistía a salir de fiesta.

Y me echaste de menos a kilómetros.

Nunca supiste lo que perdías hasta que no llegué para decirte adiós.
Me fui de tu vida, a pasar el verano de la mía. A quemar al sol todos los deseos.
Olvidaste confiarme al oído nueve números que nos tuvieran cerca.
Preferiste aguantar un poco más, preguntar al mejor postor que sería de tu ilusión.
Pero no se fueron las ganas, y París te esperó iluminada como cada solsticio.

Y algo cambió. No hablábamos de París. Montmatre no dejó que te pasearas por sus calles porque no era ella la elegida.
No era ella, sino yo.

a N.

(Grease, John Travolta y Olivia Newton-John)

Qué bonito ser poeta.

Se me antonja que todos nos hemos vuelto poetas- poetas de un mundo que perjuramos corregir a la vez que disfrutar.
Y quiénes somos, en realidad, para decidir qué verso dirigir a quien. Quienes somos para saber si Bécquer no cesará de ser un recuerdo más en la memoria de unos pocos o si Benedetti sigue iluminándonos con su corazón entregado en palabras. Para adivinar qué Witman es el que se esconde en el último estante, o qué Shakespeare viste tus ojos.
Se me antoja ser capitán de un crucero, inmenso, que me viene grande, 
marinero que hace tiempo perdió de vista el horizonte. 
Corazón ilusionado que sigue manteniendo el calor de las rimas, bajo una capa de hielo.
Me pienso y me creo poeta de norte, con morriña al frente. Enamorada de una ciudad que me ha dado todo, incluso vida.
Ahora son las palabras las que han encontrado el sentido, bajo acordes de guitarra, acariciada en un portal al sur de tu espalda. Ahora son el lápiz y el papel a altas de la madrugada, las horas, los que trazan un camino sobre un fragmento en blanco  medio lleno.
Y no mires atrás, no busques más versos que los que decidan guiar tu suerte. 
Encuentra el mar y mira al frente.



(El Club de los Poetas Muertos, Robin Williams)

lunes, 1 de junio de 2015

Tú y tus manías de sentenciarme

Me pregunto cuándo dejamos de querernos, cuándo fue que todo esto ha dejado de ser cierto.

Y tú te callas, por no saber que decir más que silencio.
No te marchas del todo, ni te quedas conmigo.
De fondo Marwan ilumina algo la habitación vacía y oscura que ya ni tú ni yo llenamos.

Me pregunto un cuándo fue rompiéndose eso que construimos con tanto esmero, o cuando dejé de escuchar tu risa, tocar el suelo y volver al cielo.

Días grises de morriña nos separan, años luz que ninguno ha conseguido alcanzar. 

Que yo no me he movido, que sigo aquí. Pero es cierto que hace tiempo que no siento tu mirada a siete centímetros de mi. Que ya no oigo tus te quieros al oído y querer en la distancia se me hizo eterno, infinito.

Me pregunto si sabrás entenderme. Si podrás perdonarme. Perdonar que mi corazón haya olvidado latir tan fuerte, que mis labios se hayan llenado de grietas y que el gris se haya convertido en mi color favorito. 

Me pregunto, por preguntar, si realmente me prefieres.


a M.