jueves, 16 de abril de 2020

Crónica de una cuarentena II

Acaba de terminar “On the Train Ride Home” de los Paper Kites.
Y a mi me ha dado por pensar. Qué raro.
Creo que de momento no hay vuelta a casa. Por ahora.
Hablando de casa como rutina.



El mundo, tal y como lo conocimos, ha dado de manos y ha invertido su razón de ser.

He de decir que a mi, abril es un mes que me tuvo siempre en las nubes, y hoy me ha cogido el día tonto. He dejado de lado mi preciosa concentración y me he encerrado en mi cabeza.
Me ha dado por recopilar imágenes.
He buscado y guardado en una carpeta todos los fotogramas que ponen nombre y apellidos al sentimiento que tengo atravesado en la garganta.


Uno que raspa al hablar, derramador de lágrimas llamadas Judas, que tenían que haber disfrutado su ultima cena.
Es una maraña de palabras preciosas que no cuentan siempre con la connotación positiva que me gusta desprender.

El primero es la impotencia. La sensación de no estar haciendo lo suficiente, de no poder ayudar tanto como me gustaría.
Después le sucede el miedo. A lo desconocido, a la incertidumbre, al que pasará, al estúpido ¿y si…?

Le sigue la desazón por el encierro. La falta de sensación de libertad y la imposición de un confinamiento para alcanzar un bien común que ahora mismo nos viene grande.
La pena por el tiempo que hemos perdido y por todo lo que quedaba por vivir en un futuro que ahora puedo tildar de inoportuno y cuesta arriba.
También puedo distinguir algo de extrañeza.
Algo que me hace acostumbrarme a la nueva rutina pero que necesita gritar alto con mi voz palabras inteligibles para luego romper a reír.

Lo que peor llevo es lo de los abrazos. Siempre me he considerado fiel defensora de estos últimos y está mañana, desayunando, tenía puestas las noticias. 
Un 50% de mí quería dejar de mirarse el ombligo y conectar con el mundo fantasmal en el que intentamos resistir ahora.
Mi otra mitad quería no desayunar sola.



Pero creedme cuando os digo que es la peor idea que pude tener esta mañana. Noticias frescas, como una mala resaca en el día de la marmota.

Hoy la única diferente ha sido que según los expertos puede que el distanciamiento social se prolongue hasta 2022.
Entonces el alma se me ha caído a los pies.
Puede que a veces me guste el melodrama pero... ¿no abrazar a los míos hasta dentro de 600 días?
No sé si me acordaré de como se daba un abrazo si quiera.
Tampoco, si habrá cuerpo que lo aguante.

En contraste con todo esto, cuando ha vuelto mi yo optimista y soñadora me he acordado de lo bueno.
Carolina, ¿qué sacas de toda esa madeja repugnante?
Y han aparecido la alegría, el cariño y la esperanza.


La alegría de ver que , aunque sea a pasos pequeños, vamos progresando como humanidad.
Ya pueden expedir el título de coronados para todos, que no solo existe el rey.
La alegría de ver llegar a mi madre desde la primera línea de batalla cada mediodía intentando luchar por los que necesitan un aliento más.
Ella, que también ha decidido posponer los besos y los abrazos a sus hijos hasta nueva orden.
La alegría de la llamada de mi padre en mitad de la mañana desde el hospital, sin contarme ninguna mala historia, y asegurándome que todo esto pasará.
El cariño, que aunque ahora solo sea telemático, arranca algún que otro vuelco a nuestra maquina de latir.

Y las esperanzas. Las muy hijas de su santísima madre que no desaparecen por muchos palos y piedras que estemos encontrando en el escabroso camino.
Las esperanzas que ponemos cuando hoy dicen que hay más altas y menos muertes.
Las que ponemos en darle brillo al ánimo y sacarlo a rastras del trastero, junto con las acuarelas y la bicicleta estática.
Las esperanzas que, incluso diezmadas, siguen consumiendo la mecha de todos los que aún aplaudimos a las ocho de la tarde desde las ventanas.
La vida que tienen ahora los balcones.
Y los músicos de dormitorio.
La familia- esté lejos o cerca.


 






Ahora suena “Hope there’s someone” de Anthony and The Johnsons.
Y de verdad que, aunque hoy la pesadumbre quiera ganarle a mis ganas, espero que todo esto pase y que cuando volvamos la cabeza solo lo recordemos como una lejana pesadilla que nos sirvió para crecer fuertes y exprimir la vida.




 


viernes, 3 de abril de 2020

What is love- Paco Caballero


Minerva paseaba su vestido rojo por la fiesta.
Y Leo su cerveza.

Lo suyo fue sonrisa a primera vista, y la noche estaba demasiado bonita como para andarse con tonterías.

Pero Minerva aún andaba rondando al amor de su vida.
Y estaba muy lejos de sentirse como una diosa romana.
Tampoco tenían el mismo nombre.
Ella era Lola.

Y Lola todo lo que quería era que Mario volviera a mirarla como en aquella verbena de tantos veranos atrás.
Y volviera a sujetarla por la cintura, sin dejarla dar traspiés.
Y que todas las canciones del mundo les parecieran pocas porque les sorprendiese el amanecer y corrieran hasta la orilla más cercana.

Y Mario, en los ojos de Leo también la quería de vuelta.
Deseaba el regreso del amor desgarrado que la hacía morir de la risa.
Deseaba seguir contando constelaciones en su espalda y que las llamas de una vela fueran suficientes para prender el incendio que traería bajo el brazo toda primavera.

Y se quisieron mucho sintiéndose extraños.
Y luego lloraron por lo que ya nunca volvería.

Volviendo a amanecer con ellos bailando, abrazados.


(Miki Esparbé y Verónica Echegui- Cortometraje What is love)

Solo les queda hora y media para deleitarse con esta maravilla.

Por soñar, que no falte.

A no ser que se me escapen las idas y venidas de esta ruleta rusa.
Hay varias cosas de las que estoy segura.
Y varias, que necesito hacer antes de cerrar los ojos.

Creo que una de ellas es volar.

Y no me malinterpreten.
Que no tengo muy claro si lo digo en modo metáfora o con los tiempos tecnológicos  que corren veré desplegar un par de alas a mi espalda.
Por el momento, es cuestión de imaginar.- que es lo único a lo que aún no le hemos puesto límites.

Creo que también me encantaría empezar desde cero, en un lugar diferente, aunque de revalorizar estamos hartos últimamente.
Crear algo desde los cimientos con la misma ilusión con la que me bebía los cuentos
cuando tenía cinco años.

Estoy segura de qué vidas van a estar aquí cuando el calendario nos propulse hasta el abril de los nuevos años treinta.
Los que van a seguir entrelazando sus dedos con los míos aunque a veces yo luche por romper con todo.

Mientras tanto, en un futuro no muy lejano me encantaría cruzar el océano.
Hay dos sitios al otro lado de él que muero por visitar.
Y oye, yo que siempre me quejo de no tener tiempo ni para respirar, ahora tenemos todo el del mundo, por soñar; que no falte.
Estos dos lugares y yo formaríamos un triángulo que lejos de perfecto, se me antojaría ancestral.

Uno de esos lugares está en mitad de ninguna parte.
Se yergue de la nada una vez al año al norte del desierto de Nevada.

Cogería el primer avión hasta Atlanta que se cruzara ante mis ojos, y al llegar allí un directo a Reno. Con una gran bolsa de viaje, repleta de ganas, ilusión y comida para subsistir durante semana y media en el desierto. Cierto que hay algunos problemas técnicos a solucionar, pero déjenme flotar sobre las nubes.

Llegaría al Burning the Man y me empaparía de todo el polvo y las estrellas que pudiera.
Buscando la canción perfecta, y contemplando de lo que es capaz el ser humano si dejas a su cabezas dando vueltas en medio de ninguna parte.
Mis pies serían incapaces de frenar su baile porque ahí esta el secreto ¿no?

Creo que regresaría puesta de amor hasta las pestañas.
Con algunos sueños de la lista tachados y la sonrisa cubierta de arena y brisa.

(Burning the Man- Black Rock Desert 2017)


Pero nunca arrastraría a alguien como tú hasta Black Rock.
Porque te conozco, y no lo entenderías. Porque eres de los que necesita ver para creer.
Y en eso, conmigo, ya habías perdido.
Porque yo sigo siendo testigo de los imposibles y estoy segura de que hay vida después de la muerte.
Creo que hay alguien ahí arriba que lo orquesta todo porque no me trago que tanta perfección rompiera filas tras la explosión del Big Bang.


El otro lugar al que muero por ir es al fin del mundo- aunque otros lo conocen como Ushuaia.
Que si, que hasta allí el camino sería algo más arduo pero como todo trayecto que te lleva a encontrarte contigo mismo, merecería la pena.

¿Cuánto pagarías por cruzar un océano y acabar donde cielo y tierra se vuelven uno?
Hace ya años que Argentina me susurra al oído que  no puedo perdérmela.

Y en estos días de no saber, desde las cuatro paredes de mi cuarto, no hay nada mejor que un mapa, una caja de chinchetas de colores y el vuelo de la imaginación para estar en el lugar que necesites.
Y en el momento exacto.

Sé que el tango no es una buena banda sonora para entrar muerta de frío en el canal Beagle.
Pero es que a mi Gardel me pellizca el alma, y hoy me apetecía no sentir tanto techo sobre mi cabeza.


(Ushuaia, Argentina)





miércoles, 1 de abril de 2020

Llevas la visión de futuro escrita a boli en la palma de la mano.

Creo que es en la antesala de las hecatombes cuando necesito tenerte conmigo.
Y que vuelvas con tus todo saldrá bien y tus resistiremos aunque no sean más que una excusa barata para no dar rienda suelta a mis miedos inconfesables.

Creo que me acuerdo de ti en esos momentos porque todo lo que me has dado en la vida, desde que te conozco, son alegrías.
Y creo que es un sentimiento bonito para poder atravesar una ilusión nublada a golpe de navaja.

Quizá me hagan falta solamente dos llamadas al año para que puedas dejar más huella en mi que cualquiera en una rutina.
Eres el mejor técnico de un equipo de ilusiones.
El eterno amante de las causas perdidas, y con perdidas ya sabes a que me refiero.
Pegado a su cerveza cada domingo de partido para sufrir llanamente por lo que cree que vale la pena.
Gracias por dejarme ver que se logra todo si se cree en ello.

He venido a decirte que fuiste un antes y después.
Y que, aunque las malas noticias vengan siempre de dos en dos, si quien las porta sabe sanar el alma, seremos inmunes.
Y que es raro el día que descuelgo el teléfono y no te tengo ahí para levantar mi mundo.

Hace mucho que te conozco y puedo decir, sin temor a equivocarme, que eres una de esas personas que cuando miran bonito, hacen pensar.
Pensar en qué he debido hacer bien para cruzarme contigo en el camino.
Pensar si contar contigo, durará hasta que uno de los dos deje de respirar.

Que a ti no te hace falta hacerte una idea de nada, porque la visión de futuro la llevas escrita a boli en la palma de la mano.
Que puede que la pereza te ronde los lunes, pero cuando dan las dos el mundo se te antoja maravilloso.
Que tus planes preferidos son polos opuestos y que siempre tendré un compañero de aventuras con el que chocar contra el muro del andén 9 y 3/4.

Que nunca dejarás de sorprenderme con el desorden milimétrico que guardas en eso que dices llamar cabeza.
Y que para cuando nos volvamos a ver, el mundo nos habrá dado un par de vueltas.

Pero no me importa.

Venía a decirte que te quiero, y mucho.
Y que gracias por estar, siempre, amigo.