martes, 16 de marzo de 2021

Continuum

 Si tengo que elegir entre uno de los dos momentos vitales que nos acontecen no sabría por cual decantarme.

A ratos diría que prefiero vivir en diástole. Por la paz que esto genera, por el aliento.

Diría que diástole por la calma, por el calor de los abrazos y la ternura de un llámame cuando despiertes.

Creo que no es casualidad que nuestras vidas se compongan de mitades de un todo. Tampoco lo es que seamos un desorden centesimal dentro del caos ordenado del universo.

Vuelve a pasarme, vuelvo a divagar y a ponerme metafísica- incluso con el domingo a las espaldas. Pero qué le hago si me deja anonadada lo simples y complejos que llegamos a ser los humanos de una sola vez. 

Antes he dicho que vivir en diástole sería la paz. Podríamos asemejarlo a llegar al culmen del éxtasis y conectar tu yo con lo que quiera que nos esté sobrevolando fuera del mundo de las ideas.

Pero también pienso que la sístole es necesaria para que lo anterior termine de estallar ante nuestros ojos. Para llegar a la meta vital.

Necesitamos antes del nervio, de las ganas, del sudor; y por qué no, de las malditas lágrimas. Y esforzarnos por conseguir algo por nosotros mismos para sentirnos un poco menos esclavos del tiempo.   Y dejar escapar los gritos cuando vibramos de euforia.

Somos conscientes del placer que nos provoca la risa compartida. Por eso no sería capaz de quedarme a vivir en un solo momento por separado.

Sístole no es nada sin diástole; ni diástole sin sístole.

Por lo que déjenme seguir latiendo así.

Déjenme reir, llorar, enamorarme.

Déjenme que se me erice el vello de la nuca de la emoción. Déjenme caer, equivocarme y agarrarme a todos los clavos ardiendo que encuentro por el camino.

Déjenme saber que duele, que es cierto eso de que si escuece es que está curandoque lo estoy aprendiendo a base de golpes.

Pero después, cuando pase la tormenta, ni se atrevan a taparme el sol.

Permítanme respirar profundo y remar a favor de mis pensamientos.

Permítanme un último amanecer, sonriéndole a la luna.

Y que Fercán siga remendando las heridas de los martes.