lunes, 29 de julio de 2013

I believe in fairies. I do. I do.

  
Los echo de menos a todos, mucho.Con cada uno de ellos fui aprendiendo un poco más cada día. Peter me enseñó desde niña a perseguir mis sueños, a luchar contra piratas, a hacer el indio y a perseguir sirenas. Me enseñó a creer en las hadas y en mis cuentos. Me enseñó a volar con ayuda de polvos de hadas, me enseñó a dormir soñando, a coser mi sombra y yo a cambio le enseñé la importancia de un dedal.

Frodo me enseñó a cruzar tierras, a que los grandes perfumes vienen en frascos pequeños...Con el aprendí la importancia de aquel anillo, el que mi madre guardaba bajo llave en el segundo cajón de su tocador, el que nunca me dejaba tocar.
Edmund quería hacerme ver que no es más rico el que más tenía y que con poco se puede ser feliz, él y Lucy me enseñaron a viajar a dimensiones paralelas a través de las desvencijadas puertas de mi armario. Sabía distinguir el olor a naftalina, tapar el fondo del abismo con los abrigos más gruesos, correr por la alegre primavera en compañía de criaturas maravillosas.

Alicia quería que supiese preparar el té, soplar las velas todos los días de "no cumpleaños", perseguir al conejo del reloj y que no se me ocurriera bajo ningún concepto enfadar a la reina de corazones y, mucho menos, pintar sus rosas blancas de color carmín.
Campanilla me hacía cosquillas cuando susurraba algo en mi oído, Yasmín me enseñó el mundo ideal y a viajar por el lejano oriente...
Por último, Harry. Él me enseñó el valor de la amistad, me enseñó que los amigos de verdad se pueden contar con los dedos de una sola mano. Me enseñó a cruzar los dedos tras una promesa, a confiar en el destino, aluchar contra mis enemigos, a usar la escoba, la varita. Me enseñó nuevos deportes, nuevas inquietudes. Me enseñó eso de que quien algo quiere algo le cuesta, a amar la navidad, la nieve, los bailes y los secretos, me enseñó a llorar y a sonreír.

Un vodka con hielo, que me lleve al cielo

Era la reina. Su sonrisa cambiaba el mundo, todo era felicidad por donde ella pisaba.
En aquel entonces ella era la tentación, y vivía arriba. Decía que los caballeros las preferían rubias y por ello su pelo se volvió plateado, del color del sol.
Amaba cantar, lo llevaba en la sangre, era su esencia, su pequeña particularidad. Tanto era así que susurró al oído de uno de los más grandes un maravilloso feliz cumpleaños.
Era más grande aún que su tierra. modelaba pasarelas, cambiaba a menudo de ropa arguyendo que debía de estar perfecta.
Le gustaba posar, cambiar de sonrisa aunque nunca de mirada, siempre la misma mirada sensual bajo una capa negra de fino maquillaje. Siempre llevaba algún diamante entre sus joyas, estos, según ella, eran los mejores amigos de una chica.
Era una humilde chica que tras las cámaras siempre tenía un príncipe.
Irremediablemente sumida en una depresión profunda se hundió demasiado, ella no quería tocar fondo pero lo hizo. Demasiado alcohol cada noche, demasiados químicos.
Unas cuatro de la madrugada, casi cinco; tremendamente viejas para percatarse de lo que estaba sucediendo. M se fue, se marchó demasiado lejos.


domingo, 28 de julio de 2013

Un domingo cualquiera

Era lo típico que se podía hacer un día como aquel. No levantarse hasta tarde de la cama, tener apagado el móvil, llevar puesto el pijama durante todo el día. Desayunar tostadas, mojarlas en el café, abrir la ventana y mirar el transcurso del tiempo, el paso del tiempo. Encender la televisión, barrer el pasillo con ella puesta pero sin escucharla, solo para no sentirte sola. Ver películas antiguas, leer revistas viejas, buenos libros, bajar los escalones de dos en dos y salir a la calle con una sudadera a comprar el pan en el establecimiento pequeño de la esquina, siempre llevando botas, pisar charcos.
Era de esos días en los que nadie prestaba atención  y lo encontrabas realmente divertido, no porque te parecieran vidas vacías, sino porque te sentías como una mirona, una pequeña cotilla que entraba sin avisar en los domingos de aquellos que tenías cerca.
Cada domingo te gustaba imprimir una foto, lo considerabas como tu pequeño diario. Yo fui el único que llegué a verlas, cuadernos enteros llenos de memorias y recuerdos que habían marcado tus días, tus domingos.
Te veía desde la ventana del tercer piso, la del edificio de enfrente. Cada fin de semana te llegaba un girasol con una nota. Lo dejaba el cartero en tu portal y tu siempre lo recibías con una sonrisa, sabías quien lo enviaba y yo también. Te veía reir.
Hasta que uno de esos domingos, uno cualquiera decidí dejar de esconderme tras notas escritas deprisa, dejé de estar detrás de cada flor amarilla para ponerme delante, delante de tu portal, de ti, de tu ventana.
Eran tus domingos hasta que llegué yo para convertirlos en nuestros.

si te pasara algo, no me lo perdonaría


Por un momento se olvidaron del mundo, solo estaban ellos. Ellos abrazados, ellos respirando, ellos queriéndose; y el mar. Parecía mentira pero aunque la experiencia no les acompañaba, tenían la certeza del más sabio, el cariño más inocente y la vida mejor aprovechada que jamás nadie hubo soñado.
Dejaron atrás todo.
Se conformaban con mirarse cada mañana al despertar a los ojos. Los de ella intensamente azules, los de él, profindamente marrones.
Ella no recordaba la última vez que se había puesto un vestido, no se acordaba de cuantas fueron las velas que sopló durante su último cumpleaños junto a su familia.
Él no recordaba cuantos tebeos reposaban en su adusta biblioteca, no recordaba la última vez que había visitado la tumba de su madre, aunque si que la tenía muy presente.
Cada noche miraban al cielo, esperando una respuesta, un plan pero, este nunca llegaba.
Ellos solo recordaban aquel camino imposible, el que les llevaba al lago azul, el lago de las sorpresas, de los secretos.
Recordaban vagamente días anteriores como una vida pasada, una lancha, una fiesta que los condujo a los dos al mar, la borda de aquel barco y tantos que dejaron atrás que siempre estarían ahí.

¿qué más?

Y que me abraces lento...Que bailes conmigo todas las lunas llenas, que me susurres al oído que me quieres, que no tenga que cansarme de ti.
Me he dado cuenta de que siento algo por dentro, ese algo que hace que sea así contigo, con todos.
Quiero saber si tu sientes lo mismo, quiero que cuando entre en el mar de mis sueños tú estés cogiendo mi mano, que cuando cuelgue el teléfono suspires, que me quieras siempre, pero sobre todo, que me quieras cerca.
Que sonrías porque estas feliz...


sábado, 27 de julio de 2013

Te quiero con te de tequila, y cerca


Noche abierta, costa resuelta. Mucha música resonaba por encima de tantas risas. Eran cinco, cinco incomprendidos de la vida, cinco elementos, cinco sonrisas perdidas.
Jake estaba en el primer bar de la transitada calle. Ela intentaba abrir torpemente el pestillo de un ruidoso local al que había entrado. Mason, al final de la barra, miraba insinuándose a la guapa camarera, Anne, que se recogía el pelo en un voluminoso moño dejando algunos mechones traviesos bailar al son del ruido.
Por último, Charles.
Charles entraba por la puerta lentamente, con pesadez. No tenía ganas de nada, las cosas no le iban muy bien y quería perderse en aquel líquido fuerte con la única compañía de limón y sal. Te quiero, Tequila; se dijo mientras se sentaba en la barra dispuesto a pedir.
Jake miraba a todo el que se sentaba y en seguida Charles le cayó bien. Serían los hombros caídos que le comunicaban compasión o la mirada perdida la que hicieron que se acercara a él. Tendría unos veinte años igual que Jake. Vestido con camisa ligeramente abierta, el pelo despeinado, parecía alto, perdido, olvidado...
-Hola.-Saludó Jake.- Tienes pinta de necesitar un trago.
-Puede.
-¿Ella?- Quiso saber el joven refiriéndose a los desengaños amorosos.
-Bingo.
Jake pidió un par de chupitos de tequila para ambos.
Mientras tanto, una joven de mirada atigrada con el pelo por los hombros curiosamente rizado bajaba del baño y se acercó a donde los jóvenes.
-Anne, ponme uno de esos a mi. Lo necesito.- Le dijo a su mejor amiga.
-¿Los conoces?- Inquirió la joven camarera.
- Aún no.- Le susurró al oído la joven con un intento fallido de la única sonrisa de la noche.
-Hola chicos.- Saludó ella con el chupito en la mano izquierda.
-Hola...¿te importa?- Espetó Charles molesto.
-Soy Ela, encantada.- Ignoró con picardía al joven.
-Yo también necesito un trago, las malas rachas ¿sabéis?
Enseguida tres completos desconocidos se convirtieron en amigos, amigos de penas, de soluciones unidos por un vicio efímero.

Mason llamó la atención de la camarera.
-Perdona, puedo decirte algo.- Susurró a su oído cuando esta se acercó.
Ella asintió divertida con la cabeza, hacía tiempo que no sonreía con tanta espontaneidad.
-He intentado evitarlo, pero no puedo hacer más que decirte la verdad. Eres la chica más bonita que he visto en mucho tiempo y necesito saber tu nombre.
-Puedes llamarme Tequila, aunque mi nombre es Anne. El apodo viene del nombre del bar, yo soy la dueña.- Respondió.
Eran las tres de la mañana cuando, después de servirle una copa a aquel joven que le había preguntado su nombre, el bar se había ido vaciando y Anne comenzó a cerrarlo.
La madera crujía bajo los pies de la joven cuando comenzó a apilar las sillas. Ya solo quedaban su amiga, el joven del nombre y los dos que estaban con Ela.
Anne cambió la música, esta era lenta, melodiosa, le gustaba relajarse así antes de subir a su destartalado piso a dormir unas pocas horas.
Sin darse cuenta la joven balanceaba los pies y una mano se agarró a su cintura invitándola a bailar. Mason retiraba el pelo de los ojos de ella.
-Llevaba días viniendo a tu bar, siempre viéndote cansada, falta de felicidad y me lo he propuesto Anne, me he propuesto hacerte feliz...
-¿Cómo puedes estar tan seguro de que soy yo a la que buscas? ¿Cómo lo sabes si no has conocido ni a la mitad del mundo?- Preguntó ella mirándolo a los ojos. 
-¿Nunca has estado segura de nada?¿Ni has mirado a alguien a los ojos sabiendo que querías seguir mirando a esa persona cada mañana todos los días de tu vida?
-Nunca antes me había pasado...
-¿Antes?
-Antes de ahora, antes de estar delante tuya, antes de darme cuenta de que no te llamas Mason sino Matthew, antes de saber que eres el chico del que estuve enamorada hace tiempo y que ha vuelto después de unos interminables años fuera...
-Tenía que empezar de nuevo, Anne.
-Y yo dejarte intentarlo Matt.
Se unieron a los otros tres en la primera de tantas madrugadas de vivirían juntos aquel club de los incomprendidos. 

A veces la vida te da sorpresas, te une bajo una fina línea, bajo un momentáneo techo. Habrá muchas personas que estén de paso pero también, encontrarás a otras que sin razón aparente se unirán en lazo fuerte al camino de tu vida y no te dejaran caer. Aquella noche cinco personas comenzaron un mismo camino en el bar de la esquina sabiendo que serían uno de los pocos para siempre que realmente duran.

Ingenuidad ante el espejo

Y tú, tan ingenua, te calzas unos tacones, te pintas los labios de rojo, te despeinas el pelo, te subes la falda y sales de casa dispuesta a  tumbar el mundo.
Madrugada calurosa, y tú de bar en bar, apurando una copa tras otra sin apenas sacar una moneda de tu cursi, brillante y barato bolso del Blanco.
Todos te quieren, todos sonríen, todos te invitan, te incitan a probar distintos sabores para un mismo fin. Luego, no recuerdas nada. El alcohol y ellos te han jugado una mala pasada. "Mamá tenía razón cuando te dijo que tuvieras cuidado" La advertencia vaga por tu entumecida cabeza cuando ya es demasiado tarde.
Haces un intento de abrir los ojos, pegajosos.
Te los restriegas intentando en vano recordar y manchas sin querer de negro rimel unas inmaculadas sábanas que no te son conocidas. Asustada te palpas el cuerpo. No hay restos de aquel ceñido vestido azabache que llevabas la noche anterior. Poco a poco te vas dando cuenta de que un rayo de sol entra por la ventana cercana a la cama, y tienes miedo, miedo de haber perdido "tu noche", miedo de haber malgastado tu vida por un simple capricho de una estúpida niña mimada. Entonces te da por mirar tu espalda, desprovista de cualquier prenda que denote civilización y, al girar, lo ves. Un él que nunca has visto en tu vida yace tumbado boca arriba durmiendo a tu lado. Es guapo. Sus ojos dejan ver cansancio, las líneas de su rostro lo hacían parecer más mayor de lo que en realidad es; pero ahora después de tener un inesperado flashback de "tu noche" solo te apetece correr y llorar.

Ella

Ella sola se retiraba con cuidado y con ayuda de un trozo de papel los restos de la barra de labios. Se descalzó los kilométricos tacones nada más entrar por la puerta de casa y procuraba hacer el menor ruido posible. Se sentía bien. Estaba sudorosa,  cansada, incluso necesitaba unos pies nuevos; porque verdaderamente los pies la estaban matando; pero a pesar de todo estaba feliz.
Había bailado con muchos, visto a muchas amigas y el recuerdo de otra noche de verano se iba archivando en su cabeza mientras, dando traspiés, subía las escaleras.
De pronto se ruborizó al recordar lo más bonito de la noche. Aquel beso robado era el culpable de su sonrisa.


martes, 23 de julio de 2013

Si el tiempo me miente le diré que él no existe.

Todavía me siento volar, todavía siento que mis pies ni siquiera rozan el suelo y no sé explicar por qué. Todavía siento que me queda mucho por vivir y que nunca podré decidir si soy así del todo. Todavía no se porque te sigo echando de menos, porque cada noche recuerdo aquel verano, siempre juntos de la mano. Todavía quedan luces en el cielo, muchas estrellas y fuegos artificiales de esos.
Todavía recuerdo cuando me dijiste que ibas a quererme siempre, todavía sigo esperando a que desaparezca tu recuerdo. Todavía...tantas cosas a quemarropa, tantos nervios perdidos y un solo abrazo. Todavía sigo esperando tantas explicaciones que nunca llegaron y dolieron.


Pero...


-Pero para siempre es mucho tiempo ¿no?
-No lo sé. Es lo que oímos cada vez que las cosas duran.
-¿Y estaremos aquí para siempre?
-Tampoco sé eso...
-¡Joe! No sabes nada..
-Si que sé, se que el partido de esta noche lo ganará el madrid y que cuando estoy contigo me lo paso muy bien.
-Y yo, pero lo ganará el barcelona, eso seguro. Entonces, ¿para siempre?
-No digas para siempre, di para cuando decidamos ir al cielo, cuando dejemos de compartir risas, cuando los mayores ya no estén y solo quedemos nosotros, cuando queramos pasar una noche de locura, cuando encontremos novia, cuando crezcamos, cuando no permitamos dejar de ser amigos. Para cuando dejemos de creer que el para siempre nunca termina y que nunca jamás siempre estará en la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer.
-¿Y eso como lo sabemos?
-Nunca lo sabremos, Toni.

Me dices que es absurdo, pero tu también sonríes

-Dime una cosa. ¿Crees que el sol se esconderá para no verte llorar?
-Pero si el sol no esta vivo.- Dijo él.
-Claro que si.
-Así no consigues animarme.-Susurró él con un vestigio de sonrisa secando sus lágrimas.
-Pues estás sonriendo. Soy tu mejor amiga desde hace años y creo que por eso me merezco un abrazo...
-Anda ven aquí.

Desde luego, desde entonces y para siempre.

Solo te digo que ojalá te enamores. Ojalá pierdas la cabeza por él. Que veas lo que se siente, lo que se pierde. Eres débil y tienes miedo. Que reconozcas cómo te sientes cuando literalmente no te importa nada más y el mundo se te viene encima, cuando ves que él te olvida, que no siente lo mismo, que ya ni siquiera te habla.
Dime que se siente cuando solo quedan recuerdos, cuando únicamente buscas ilusiones perdidas, explicaciones compartidas. Espera, no me lo digas, lo sé.
 

La ciudad se quedó dormida


Era algo mágico. Cómo se movían las aguas entre susurros y murmuros, cuántos secrtetos quedaron escondidos entre los ladrillos de aquellos longevos edificios. Todos los sueños que una vez fueron sin más. Solo quiso sentirse viva, viajar, reír. Sentía como si llevara toda la vida sentada en el mismo banco de la misma plaza inmensa viendo pasar sueños, viendo pasar sonrisas. Le encantaba perderse entre calles sin salida, ver miles de rosas por los suelos, ellas que una vez curaron tantas heridas.

Se sumergió en el canal, allí nadie la buscaría y solo entonces decidió que jamás se marcharía.

domingo, 21 de julio de 2013

Donde acaban los sueños

Quisiera saber donde quedaron los aquellos te quiero que nos decíamos a todas horas. Aquellas interminables charlas, aquellos abrazos.
Es difícil intentar olvidar lo que fuimos cuando cada día escucho aquella canción tan nuestra en todas partes, cuando cada rincón de mi estúpida habitación me recuerda a ti y a pesar de todo solo me salen buenos recuerdos de los labios; cuando todos y cada uno de los lunares de mi espalda llevan tu nombre y apellidos. 
Y aún me pregunto si llegará el día en que los dos digamos lo que sentimos realmente el uno por el otro, sin ataduras y con el corazón entre las manos. Me pregunto si llegará el día en que volvamos a ser nosotros.



Let her go

Entonces se le heló la sangre. Era de nuevo aquella canción, la que tanto le había gustado a ambos. Siguió su rastro, el rastro de una melodía de la mano de una guitarra, el rastro de una voz que intentaba expresar todos y cada uno de sus devastados sentimientos únicamente en unos cuantos acordes que resonaban en aquel angosto pub irlandés, el rastro de su voz.
Su nombre estaba bien elegido. Pasajero de la vida, pasajero de tantos barcos perdidos, de tantos trenes a los que no llegaría a subir y de aquellos que le quedaban por coger.
Las lágrimas brotaron desesperadas de los ojos de ella por ver al fin al autor de la ansiada melodía, después de los llantos y las despedidas que jamás serían una solución aceptada. La barba le daba un aspecto descuidado y los ojos entrecerrados dejaban ver los vestigios de su sufrimiento. Lo quería tanto.
Ella solo quería oír aquellas palabras de nuevo. Su vestido continuaba intacto tras el desesperante viaje en avión y la interminable carrera a contrarreloj para decirle que no, que no podía dejarla ir. Que había cometido un error y que ellos estaban hechos para estar juntos, siempre, el uno con el otro.
Él simplemente se fue.


domingo, 7 de julio de 2013

La vida se mide en momentos

Hay una cosa de a que sí que estoy segura. Estoy segura de que me vas a tener aquí siempre. Puede que pases malos momentos, que haya veces en las que lo único que necesitas es estar sola pero incluso en esos momentos, quiero que recuerdes que gracias a ti mi vida cambió. Gracias a tus sonrisas aprendí a ser un poco más optimista, a contar con las personas y a reír.
Quiero que sepas también que puede que a veces no sea todo lo que necesitas, que puedo resultar pesada. Si es así solo cállame. Porque tu con tus ganas de vivir la vida te has convertido en la persona más importante de la mía.
Gracias por todas y cada una de tus mañanas, gracias por tus ánimos, por tu cariño.
Es uno de esos momentos en los que necesito que estés conmigo pero también sé que cada persona es un mundo así que... ya sabes, si necesitas un abrazo, un levántate dormilona, una tarde de compras o mi silencio solo tienes que llamarme porque, te repito: Siempre estaré aquí.


a A.

¿Te quedas?

Aquella noche, tras la fiesta la gente que de verdad quiso se quedó en la enorme casa para más tarde contemplar el amanecer. Laura buscaba a Víctor con la mirada. Allí estaba. Deseaba que se le acercase y le hablara pero sabía que iba a ser imposible. Víctor por otro lado pensaba en su sonrisa. No había hablado con ella en toda la noche, no sabía si podrían arreglar las cosas. Tenía ganas de ella. Era demasiado orgulloso y cabezota pero supo que tendría que ser él quien diese el primer paso, o la perdería para siempre. Llevaban semanas sin hablarse por culpa de su ex novia, con la que cortó la noche anterior. Ella lo había liado todo y argumentó que pasaba más tiempo con Laura y en cierto modo sabía que tenía razón. Laura siempre fue su "ella", siempre había estado ahí y la primera vez que la vio se enamoró perdidamente de la que ahora solo era su mejor amiga, y aún no sabía si continuaría siéndolo tras aquella noche. Pero nunca había tenido el valor de decirle lo que sentía, era mucho lo que perdería si ella lo rechazaba. Aunque había llegado el momento. Se acercó a Laura aparentemente tranquilo con una sonrisa en los labios. "Todo saldrá bien..." Se dijo.
-Laura...
-Hola.-Susurró ella agradecida de que se hubiese acercado.
-¿Cómo estás?
Hubo un silencio incómodo.
-Víctor, ¿realmente crees que todo se va a arreglar con un "cómo estás" después de llevar un mes sin hablarme?- Preguntó Laura con la voz quebrada.
-Pequeña, déjame que te explique...-Quiso empezar.
Laura quería arreglar las cosas, pero en ocasiones hablaba demasiado y aquella fue una de esas ocasiones en las que no puedo contenerse.
-No quiero que me expliques nada. Es tarde ¿sabes? Tarde para hablar, he intentado por todos los medios que me perdones, fue un malentendido. Creo, incluso, que le he dado más importancia de la que realmente tenía y solo porque te quiero. Te has convertido en mi mejor amigo, hemos pasado muchos buenos momentos juntos pero esto ha sido la gota que colmó el vaso. No sé lo que somos ahora, ni siquiera sé si fuimos algo...
-No digas eso, nunca lo digas.- La interrumpió el joven.
Pudo ver que las lágrimas traicionaban a Laura atravesando furtivamente sus mejillas.
-Es que...no puedo más Víctor, no sabes cuanto te he echado de menos, cuanto he necesitado que estuvieras conmigo y bueno no voy a decir que no me hayas hecho daño porque sería mentir.
-Lo sé, y lo siento. De verdad. Debí venir nada más pelearnos porque ahora sé que no puedo perderte por nada del mundo. Fíjate que hasta perdí a Blanca por no perderte.
-¿Me estás echando la culpa?- Preguntó ella dolida.
-¡No! Al revés- Exclamó el joven desesperado.- Te lo estoy diciendo por... par darte las gracias, por estar a mi lado siempre, por abrirme los ojos...Mira, a lo mejor no debería decirte esto. Tengo miedo...
-¿Miedo?¿De qué?¿A qué te refieres?- Laura se estaba poniendo nerviosa y un escalofrío recorrió su espalda.
Víctor quería decirle que la quería. Quería confesar cuánto tiempo había estado enamorado de ella y cómo la había echado de menos. Víctor no quería perderla. "Ahora o nunca" Se dijo.
-Laura, Blanca tenía razón. No sé...he perdido la cuenta del tiempo que llevo loco por ti. De las veces que no me he atrevido a darte un simple beso en los labios. Sé que soy un egoista por querer romper así nuestra amistad, sé que fui tonto por enfadarme así contigo, por separarte un mes de mi pero, entiéndelo, no soportaba verte con él. Te quería solo para mí. Blanca intentó en vano sacarte de mi cabeza, ayudarme, por eso empezamos a salir. Y...eso es todo.
Víctor la miraba a los ojos mientras poco a poco sus palabras iban resquebrajando las finas pero intensas lineas de la amistad. Ya estaba, lo había fastidiado todo, pero lo que le dijo era completamente cierto. Miró hacia donde se encontraba la luna, reina de su cielo y esclava de miles de promesas versadas. Admiraba su silencio y su porte pero necesitaba respuestas. Bajó la vista esmeralda hasta sus pies, los que hacían que se cayese siempre, los que lo dirigían, siempre a traición. "Moveos" Les dijo, "Laura no va a contestar"

Se dio la vuelta dispuesto a marcharse, a observar otro de muchos amaneceres que contemplaría sin ella. Una sonrisa amarga rindió culto a tantos recuerdos demasiado valiosos.


Pero Víctor no se atrevió a marcharse, no de nuevo.

-Solo dime que quieres que salga de tu vida y lo haré, será la última promesa...
-Te quiero.-Susurró la chica.
Él se tomó unos segundos para procesar la información. ¿Habría entendido bien? No, seguro que no. No era la primera vez que su corazón le jugaba malas pasadas.
-No puedes irte ahora.- Continuó Laura.- Porque entonces si que sería egoista. No me dejarías decirte que estoy enamorada de ti y ni cuantas veces he necesitado un beso de esos que...
Demasiado tarde.
Los labios de Víctor ya habían encontrado los suyos y la estaba besando.
Al menos, la pelea les había servido para darse cuenta de hasta que punto se querían y para ser capaces de decirselo.
Ambos sabían que no durarían una vida pero intentaron que aquel amanecer juntos fuera el primero de muchos.




IF THEY...THEN YOU

Somos demasiado insignificantes para hablar de la vida, sin embargo, lo hacemos constantemente. Decimos que es dura, decimos que pasa, que no regresa, que se nos escapa de las manos inexpertas, que solo hay una; y tiene gracia.
No la conocemos de nada. No sabemos si es un él o una ella, si cada día tras un beso, se despierta. Si es tranquila, si es traviesa. No sabemos siquiera si pasa o si está quieta.
Solo sabemos caminar a ciegas, seguir un camino lleno de piedras y hacernos heridas. Solo sabemos intentar y fracasar, sabemos aprender de los errores, poco a poco hemos aprendido a querer, a confiar en nosotros mismos, aunque al final eso termine pasando factura.
Sabemos que si miras al cielo cada noche, suele salir la luna. Sabemos que una sonrisa vale su peso en oro, que no nos gusta estar tristes, pero nos pasamos la mitad de la vida de esa manera, sin saber hacer otra cosa que arrepentirnos por lo que nunca hicimos, por lo que quisimos ser y no fuimos.
Sabemos que hay personas que llegan para quedarse y otras que simplemente están de paso. Y ¡qué gracia! Otra vez la vida de por medio..Por saber, sabemos muy poco.