martes, 8 de diciembre de 2020

Con espinas

 Madrugada de vueltas entre las sábanas y no sabe por cuánto tiempo podrá retener el sentimiento del pecho.

Boca arriba, mirando a la luna, y sorteando todos los vaivenes de su cabeza; se da cuenta de que lleva clavada una espina. Y esta siempre estuvo ahí pero nunca antes había sido capaz de destapar la tapadera de sus sueños.

Por eso no acaba de entender la desazón. Ni el ritmo frenético de sus latidos. Les pide calma, y el silencio más absoluto. Quiere que le dejen dormir porque se le ha hecho tarde, y sino mañana no será persona.

Es una mezcla entre lo que le ordena la cabeza y los gritos de su corazón. Pensaba que se le había terminado la tontería pero, una vez más salen a flote los sentimientos.

Y esto le hace pensarse equivocada. Dónde está el límite entre querer y poder, y hasta dónde puede llegar para conseguirlo.

Solo sabe que le da miedo la idea de perderlo todo.

Ya luego ignora si debería ser sincera para consigo y vomitar el quemazón que lleva tiempo guardando; o es preferible agarrarse al clavo ardiendo que deja su cabeza, sostener un pulso con la impertérrita rutina para dejar las cosas como están.

Y el lío continúa enrollando los hilos entre sus ideas. A la brújula le faltan los polos y le sobran opciones de orientación.

Ninguna de las opciones le seduce lo más mínimo.

La primera llevaría implícita otra estúpida despedida.

La segunda; la vida pasaría tranquila, pero ella sería menos fiel a si misma.

Algo estaría cortándole las alas.












Playa de las Catedrales