martes, 22 de octubre de 2019

Despertar y verte al lado.

Hoy quería que la canción se pareciera a ti y encendí el volumen al máximo cuando sonó el despertador.
Que llevara algo de rock n’ roll y tus gafas de los domingos.
Que los trazos de la penúltima obra sobre el blanco fueran siameses de tu sombra.

Hoy quería despertarte y que volviera a ser lunes por la mañana.
Que el aroma a café siguiera siendo el beso de buenos días y que no saliéramos de la cama.

Hoy quise quererte sin silencio.
Y verte sonreír desde la parada del autobús hasta el final de las galerías.

Hoy tenía mucho que reír y verte fue el motivo y la excusa para detonar la bomba lapa.
Porque volví a ver amanecer desde tus ojos.

Hoy vine a decirte cuánto me gustan nuestros encuentros fortuítos.
Porque no contento con ser fuel y motor de mis madrugadas,
Te tornaste el Katrina de mis rutinas.

Porque he olvidado mi manera de soñar si no eres tú el que sostiene mis ideas.
Porque escucho Marea y me viene a la cabeza tu sonrisa.
Y acaricio esa brújula petrificada de tu brazo, a sabiendas de que tú no miras.
Porque nada ni nadie va a despegar la profundidad de tu sueño.

Venía a darte las gracias.
Por aparecer y quedarte. Por dejarme equivocarme a tiempo y poner en mi la confianza necesaria como para saber que eras tú.
Gracias por dejarme hacer y deshacer a mi antojo.

Porque puedo coincidir contigo en otra vida y seguiría agarrándome el corazón en un suspiro.

Hoy quería decirte que hace tiempo que no creo en los cuentos pero sí en la poesía.
Y que esta me dijo la otra noche que nos queda de camino juntos al menos unas cuatro vidas.
Para cuando llegue la quinta, ya habré encontrado otra manera de enamorar(nos).




jueves, 17 de octubre de 2019

Colorear lo malo de tus lunes

Me gusta pensar que alguna vez hemos cruzado un par de recuerdos.
Que nuestras vidas podrían llegar a encajar si tuviéramos a bien chocar casualidades.

Cuando te pienso, lo hago con la sonrisa puesta sobre los labios.
Evoco tu voz y me urge la necesidad de aguardar en tu puerta para
colorear lo malo de tus lunes.
No sé si atreverme, y decirte que paso a buscarte sobre las diez.
Que tengo dos entradas para el teatro y tus ojos son mi excusa perfecta.

No sé si decirte que me apetece llevarte a bailar, por si el día ha ido de mal en peor, y solo te quedan fuerzas para enterrar la cabeza bajo la almohada.

No sé si decirte que tenía ganas de estrellar un par de carcajadas contra tu sonrisa.
Que ya es como si te conociera de siempre y que no supero el lunar de los bajos de tu espalda.

Dudo si decirte todo esto porque tengo miedo a una estrepitosa negativa.

Pero luego me acuerdo de que eres tú y me digo que la vida es la única que ha conseguido echar alas y nos está ganando la partida.
Que el no, lo llevo escrito en la frente, y tú solo puedes decirme que un viernes siempre es un día de puta madre para empezar nuestra semana.

Te pienso y me digo que esto de andar jugando al gato y al ratón con las emociones no es cosa de niños. Que a veces duele más de lo que debería, porque las ilusiones tienden a maquillar la realidad.
Y ni tú eres tan perfecto ni yo tan desastre como nos pinto.

Y que necesitamos más noviembres para agarrar todos nuestros porqués a la cintura.
Así que, vístete.
Me da igual que el día haya salido del revés, que creas que los únicos verbos que se conjugan en los pozos empiezan por hundir. Sólo te digo que si lo prefieres puedes coger prestado mi sumergir, para luego ponernos juntos con eso de salir a la superficie.

Vístete y sal de la cama.
Que vamos a bailar. Que yo sólo conozco, de la esquina de siempre, el penúltimo bar.
Y también sé cuánto te gusta un margarita.

Y me quiero quedar, porque me he dado cuenta de que cuando encuentras algo que vale la pena tenemos el instinto animal de intentar hacerlo nuestro.
Y yo no quiero retenerte, pero si contarte un secreto:

La vida ya nos jode lo suficientemente fuerte como para tener que sentirnos mal por ello.
Sólo debemos aprender a disfrutarla.
Y tú, eres una de esas partes bonitas de mi vida.


Torre de Hércules, A Coruña

jueves, 10 de octubre de 2019

Medio gramo de serotonina

Luego dicen que la magia es de los locos.
Que solo se tatúan a tinta los inconscientes.
Después de presumir llevar el mundo a las espaldas,
se suelen dar lecciones de moralidad.

Pero no,
no es todo como lo pintan.
No todo puede ser llamado por su nombre.
Hay vidas que parecen circos, y cielos que desaparecen
simulando el más cruel de los incendios.

Hay corazones que laten después de muertos.
Y recuerdos, que lejos de doler, impulsan a la superficie,
a perseguir la última bocanada en contra del silencio.

Después de empujarte al vacío, te cuentan que de todo se sale.
Que el clavo que saca el que hincaste dentro de tu rutina
saldrá del paso en la próxima esquina.

Y te muestran como en abanico, todo lo maravilloso de la vida.
Sin revelarte que la mejor de las rebeliones la tendrás que liderar
a solas, y sin opción a despedida.

Y luego, tu incertidumbre se funde con el invierno,
y la costumbre se agarra a tu pasión para que
la abandones.

Pero alguien sabio te dijo una vez entre acordes de una guitarra
que tendrías muchos miedos y fantasmas
pero que siempre serías capaz de encontrarte.

Y esa es la única verdad que tienes por bandera.


lunes, 7 de octubre de 2019

Seguir apostando al tres

Transcurre el sábado sin incidencias.
Te has levantado temprano y a eso del medio día el deber está entero cumplido.
Te sientes bien y corres a descargar adrenalina al lugar de siempre.

Luego recibes una llamada inesperada que te propone algo de fiebre de sábado noche.
Y lo próximo, eres tú montada en un tren rumbo al pasado.
Se te encoge el corazón pero decides no pensarlo demasiado.

Y te encuentras relatando vida, obra y tus pocos milagros al desconocido número tres ante la segunda copa de vino.
Él, tinto; como si quisiera expiar sus pecados sin derramar ni una gota de sangre, escupiendo todo exceso de sinceridad. Llevándose lo malo a una tumba que nunca será la suya.

Tú, blanco; para recordar que bajo toda la capa de hielo, tu corazón sabe derretirse con facilidad.

Le tienes alergia a momentos como ese. Los ojos en blanco y las mejillas con más rubor del necesario.
Te da rabia e impotencia encontrar a gente a quien querer tan bien con tan poco margen de maniobra. Con fecha de caducidad y expiración de menos de veinticuatro horas.

Tanto, que esa magia negra de la que sois testigos tardará en  romperse menos que el tiempo que tardó Cenicienta en perder el zapatito de cristal y poner pies en polvorosa.

Le tienes alergia porque te sabes adicta a entrar en los ojos de los huracanes.
Pero luego te quejas, porque tanto entrar, pero aún no aprendiste cómo demonios salir.

Pero tú continúas. Te sientes bien y sigues apostando al tres. Y te dejas llevar.
Bailas y sonríes.
Y dejas que esta sea solo otra más de las noches que guardarás con mimo y celo- pero en secreto.

Esas en las que conoces a alguien y sientes que debes retenerlo al menos hasta que termine la última canción.

Y él, que ha llegado a conocerte mejor incluso que las madrugadas en una vuelta de reloj de arena, a la hora de decirte adiós te abraza y besa tu frente.

Todo para que duelan menos las despedidas y nada sirva de precedente.


Quintana, madrugada y luna llena de septiembre