La madrugada me pide un abrazo con tu perfume.
La dejo fuera de mi alcance sobre la repisa de la cocina para que cada vez que me inste a recorrerte las ideas deba encaramarme y trepar alto hasta mis sueños.
Para dejarme la piel en cada titubeo, para no sentirte casa siendo tú tanto del viento.
Has vuelto a remendarme las heridas y ya no sé si hacerle caso a esa melodía tonta que pone bajo mínimos todas mis guardias.
Las horas bajas han comenzado a crecer y el mar no se atisba ni desde el rincón más alto de nuestra calma.
Lo que si puedo contemplar es una vida repleta a ratos de momentos mejores, de ladrones de guante blanco que hallaron su tesoro y de noches cargadas de estrellas-eternas-sin fuga.
Digo tu nombre tres veces antes de dormir porque así vuelves a rodear todas las cinturas que se te ocurren sobre nómina geografía.
Despertar contigo no deja de ser otra de las aventuras a las que prometí apuntarme el día en que nos conocimos.