viernes, 22 de abril de 2022

Ahora que no sostengo tus miedos


Ya no quiero que vuelvas a mi.

Ni como siempre, ni como nunca.

Se ha terminado. Fin. Sin créditos en la pantalla. Ni despedidas de aeropuerto.

Los llantos, las madrugadas, los abrazos, los intentos de hacerte sonreír. Infructuosos.


Se han acabado por el bien de los dos.

Por tu bien porque ya sabes lo que haces. Y tu felicidad es inversamente proporcional a la mía.

Por el mío porque me estás volviendo loca. Y en el fondo sólo quiero que seas feliz.

Estoy enfadada. Si. Muchísimo. 

Estoy enfadada porque he aguantado el dolor de los dos sin que tú te percataras más que del tuyo.

Estoy enfadada porque me siento utilizada. Porque hacía mucho que no estaba tan insegura con respecto a mi vida. Y odio estarlo.


Ayer me resistía a cerrar los ojos y que fuera hoy. Me negaba a despertar de nuevo en la misma pesadilla.

Ayer me fui a dormir sabiéndolo.

Y lo único que quiero es arrancarte de mi corazón y de mi cabeza.

Nada más.

Me gustaría dejar de penar en silencio. Que las ganas de verte dejasen de corroerme por dentro.

No esperar con ilusión tu mensaje para arreglarme un día de mierda porque ya no va a arreglármelo nunca más.

No quiero escucharte porque tus palabras están vacías. Ni un lo siento. Ni una buena noticia. Porque no lo son para mi.

No quiero saber absolutamente nada de ti.


A partir de hoy dejo de sostener tus miedos.

Que los sostenga otra persona. Una que sea capaz, que no sangre por dentro cada vez que vuelves con los ojos rojos.

Pídele a otra que te cure las heridas de los lunes.

Estaba tranquila porque sé que no mereces mi cariño pero desgraciadamente no tengo ningún botón que me permita dejar de quererte.

Y es lo que siento.

Siento haberme enamorado de ti.

No sabes cuánto.

Sé que pasará. Que volveré a estar bien.

Contigo o sin ti en mi vida. Ya me da igual.

Pero en este momento, te necesito fuera de ella.