Escribo para contar que no me considero rara y que el propio concepto normal está sustentado sobre una serie de acepciones que a día de hoy pueden parecer obsoletas y manidas.
Puede que la palabra que estaba buscando no fuera rara, sino más bien incomprendida. Pero quién no se ha sentido fuera de lugar alguna vez. A quién no le han faltado las palabras, o no ha sabido cómo expresar el barullo que le atormentaba dentro.
Escribo para contar que eso del amor tiene mil caras y no siempre son de la misma moneda.
Porque somos seres racionales, capaces de elegir en muchos ámbitos, pero a la hora de sentir no sabemos frenar los sentimientos o las sensaciones.
Que a una le encanta vivir enamorada, idealizarlo todo e imprimir todas las idas y venidas sobre la piel y agarrarse a un todo o nada que derrumba a su paso aquellas certezas que creamos tener.
Pero las personas terminan pasando- como el tiempo y como la vida. Terminan pasando por encima de nuestro criterio, sobre las verdades, a través de los intentos de fuga de nuestra desordenada cabeza.
Después de vomitar el sinsentido anterior solo puedo reconocer que mi mayor logro fue conseguir quererme a mi misma, aceptarme y aprender a nadar en mi elemento.
Quererme mucho, y hacerlo bien.
Lo demás es historia de todos. Historia que nace con principio y de final incierto; historia que vamos escribiendo a fuego, sudor y sangre.
Historia que, cómo la vida, terminará pasando aunque quede escrita.