domingo, 9 de agosto de 2015

Sal, de mi vida.


Me pregunto por qué las lágrimas saben saladas.
Quisiera saber por qué esa sal hace que flotemos en la inmensidad del mar y por qué nos escuece las heridas. Porque  esa sal siempre acompaña al limón en el chupito de tequila del viernes noche. Ese que se convirtió en rutina.
Me pregunto por qué las estrellas eligieron brillar en el cielo, y no en la tierra. Por qué se dice que la vida es corta, que el alma pesa, o que los sueños se persiguen. 
Quiero saber el porqué del universo de tu ombligo. No me hacen falta las constelaciones, para contar los lunares de tu espalda.
Me pregunto. Por qué la noche es joven y las horas no paran a descansar ni un segundo en el reloj.
Porque los ángeles son invisibles.
Quiero saber porqué adoro bailar con tus brazos sobre mi cintura.
¿Por qué tengo tantas preguntas? ¿Por qué me cuestiono mi existencia los domingos y adoro tanto las madrugadas?
Quizás lo que me falten no sean solo las respuestas.
Iré en su busca. Prometo ir antes de que el solsticio escriba la palabra fin sobre la arena. Antes de que la fuerza de las olas borren esas letras de la arena y llegue septiembre.
Prometo contar tus lunares, subida en la luna. Porque, aunque la noche sea joven, esa juventud no nos durará eternamente.
Porque aunque siempre tengamos ansias de sur, llegará la hora en que tenga que partir hacia el norte.
Y aún tengo que encontrar la caja de herramientas para responder a tanta pregunta, aún tengo que aprender a que la sal no escueza en mis heridas, y a sumergirme tanto que vea océanos en vivo a través de mi retina.
Quiero un tequila sin sal, con naranja y canela. Viendo amanecer contigo.
Los atardeceres sin ti están sobrevalorados.

No hay comentarios: