viernes, 14 de agosto de 2015

Máquinas de sentir

Para estas noches de verano no está bien la soledad.
Bublé tampoco ayuda. Ni Birdy, ni Roxette.
Las estrellas escondidas bajo nubes tampoco quieren verme la sonrisa. Ni los labios.
Me invade un sentimiento con el que no me llevo bien.
Una melancolía extraña- puede que sea de no tenerte cerca, de no tenerte.- un no sé bien qué, que se pelea por mi cordura en las noches de verano.
Y me busca, y me encuentra; revolucionando mi alma y tirándola al suelo hasta verla hecha añicos junto al anillo que llevé ayer.
Mi almohada no quiere ser testigo de más agua salada. Tampoco quiere compartir mi sueño con la amargura. Sólo quiere ser soñada.
Mi corazón no quiere hacerme caso. Sigue latiendo al ritmo que se le impuso. Y nunca desobedece.
Y yo muero. Muero por ver de nuevo París, desde las luces de la noche. Me muero por subir hasta la última planta de la torre y jugar a tocar la luna con los dedos.
Me muero por llegar exhausta, caer de rodillas y encontrarme tu sonrisa tirada entre los metales de aquella maravilla del mundo.
Me calmo pensando que nunca será verdad. Que a ti te gusta tu vida y te dan miedo los cambios.
Vuelvo a pensar en lo intensamente que sentimos, en que cada grano de arena se nos hace un mundo.
Miro Venus desde el balcón peor cuidado de la ciudad. No tiene flores, ni vida. Solo silencio y una pena que la mira.
Me muero. Y tú no estarás aquí para verme sentir.


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