sábado, 3 de octubre de 2015

Ying-Yang

Y mi vida gira a dos velocidades.

Soy de las que piensan que las noticias siempre se empiezan a contar por el final, por la mala. Para que la angustia se pase ante al recibir ese rayo de sol que viene después de cada tormenta.

La primera; 
la lenta, la inconformista, la que prefiere miles de días de lluvia, y se siente cómoda entre la escala de grises. Por la que no pasan los días del calendario, la del odio, la tristeza y la soledad de lo no correspondido. La inalcanzable, que parece no llegar nunca. La reina de la oscuridad más negra. La que no cree en el amor porque realmente no le ha llegado el momento.

La segunda;
la rápida, la de la hilaridad, la de la risa frenética y las sudaderas como remedio del frío de otoño. La veloz, la del cariño, la de la amistad, la del amor por los cuatro costados, la del brillo en la mirada, la de las alas de la libertad. La que prefiere  un plan para dos. La parte soñadora.

Entre ellas está el transcurso de siete mil ciento sesenta y una vueltas de un baile con Lorenzo. Entre ellas tiene que existir algún mecanismo que consiga equilibrar las dos partes de mi balanza. Entre esas dos velocidades surco mares cuando llega el levante a Cádiz, y sonrío al ver el sol de poniente en la ciudad-paraiso.
Que puede que lleguen borrascas a mi vida, que a veces me cueste nadar entre las gotas de lluvia que empañan los cristales de mi habitación. Pero también soy consciente de que en plena tormenta también se ven los arco iris enmarcando el cielo gris.


(Verano en el Sur)

No hay comentarios: