sábado, 10 de octubre de 2015

Actor de profesión


Cuenta la leyenda que los hombres de luna llena nunca se dejan ver por los bares una vez salido el sol. Que el ruido de sus cristales es su mejor cantar. Que el carmín de unos labios susurrantes es una venta al mejor postor. La última pieza de una subasta.
Cuenta la leyenda que las voces que oímos en nuestras cabezas eran ciertas y que el rollo de película hace tiempo que se gastó. Ya va todo digital y el romanticismo se ha perdido.
Cuentan que a las estrellas solo les miman los cantautores y que aquel fue el primer actor que amó.

Noche fría de entretiempo, de esas en las que piensas que lo vas a pasar bien pero sin demasiadas expectativas.
Noche sin planes, siempre las mejores.




Cena con los  amigos. Tras la obra.
Cómo te gustan los aplausos, darle vida a personas que hace tiempo que la perdieron, a ideas de las más ilustres mentes y todo,
ante cuatro focos.
Cómo te gusta sentir y ser sentido, los lunes a las diez de la noche cuando las farolas de Madrid se van encendiendo una por una.
Cómo adoras la capital en otoño, cuando cada cual regresa a duras penas a la rutina y tu te quedas de espectador de tantas vidas.
Cómo te gusta un paseo lento, o un baile agarrado sin dar ningún traspiés.
Bajas las luces de la capital y te pierdes bien acompañado hasta las puertas de cualquier garito.

Noche de viernes en cabeza soñadora.
Sale de fiesta, a divertirse y en ese momento eres inconsciente de que con ella va a comenzar tu noche.
Tequila en barra, doñas dos de madrugada. Mismo bar de Madrid. 


Las ganas y el tiempo acompañan, y lo vuestro siempre ha sido perderos sin querer encontrados del todo. Sois de esos que piensan que para lágrimas ya existen las de alegría.

Tú tan dejándote llevar y ella tan me pierdo en el fondo del culo de un vaso-sin nadie a quien mirar.
Dentro hay ambiente y a tus amigos ya les causan estragos las cañas de la cena.
La ves, al fondo, junto al espejo.
Te ha llamado la atención.
Te acercas a ella.
Mientras, la escuchas reír. Y su risa dice tanto que parece que ya la conoces cuando no has visto más que las ondas de su pelo.
Primera, después de olvidar otro desafortunado invierno.
Allá vás.
Intentas evitarlo, seguir levantando muros sobre tu corazón enamorado pero, la curiosidad-la misma que dejó al gato en el peor de los finales-puede contigo.

¿Quién es? ¿Por qué sientes que tienes que conocerla?
Pides dos copas.
El psicólogo de los alcohólicos no calla, tampoco ha dejado de observaros ni un solo segundo y sabe que esta noche, os despediréis de él de la mano. Nunca suele equivocarse en cosas tan brujas, desde hace ya algunas lunas.
Ella se da la vuelta. Te mira y parece que te estaba esperando. La saludas. Dos besos.

Disimula muy bien, no te has dado cuenta de que ella ya te conocía.
-¿Cómo te llamas?- Te pregunta.
-Álex. Encantado.- Dices con una sonrisa. Primera que conoces que no suspira por tu sonrisa. Alargas hasta sus manos la copa que pediste de excusa para conocerla. Ella suspira sin que la veas. No te ha dicho su nombre, y parece que va a seguir manteniendo el misterio.
-Te la debía.- Dices.
Ella abre los ojos desmesuradamente.
-Por no acercarte a mi.- Aclaras.- Eres la primera.
-¿Tanto te quieres? Modesto, baja, que subo yo. Ni que fueras modelo o actor.
Sonríes. Claro que lo eres. Es tu profesión. Y con ella, por mucho que te guste, dejaste hace tiempo de creer que el amor y el arte pueden llevarse a las mil maravillas. Siempre se siente pero con alguien diferente.
-Es cierto. Soy un poco presuntuoso.- Susurras entre risas.
Te gusta. ¿Quién lo diría? Es alguien de quien no tienes que escapar por miedo a que te haga una foto y se entrometa en tu privacidad, alguien que desde que ha empezado a hablar, no se ha callado. Alguien que quiere bailar.
Una chica curiosa y avispada que no quiere más que disfrutar otra noche madrileña.
Te diviertes con su risa. Piensas que es la más bonita que has escuchado en meses, cuando ella desapareció de tu vida.
La juventud respira por los poros de su piel y te encaprichas de la esquina derecha de su cuello cuando ves el ritmo frenético de sus pendientes largos.

De lejos descubres a tus colegas. Se ríen y os señalan. Mañana solo recordarán el dolor de cabeza.
Segunda copa. Esta insiste en pagarla ella. Dice que ahora si que te la debe, y que ya puede desaparecer sin que hagas preguntas. Que estáis en paz.
Giros de taburete mientras os relatáis dos vidas distintas en la penumbra.


Poco a poco vas descubriendo que la vida va más allá de tu pasión por el drama. Que la vida real existe, y que tú también estás hecho a su medida. Que puedes vivirla tranquilo, a pesar de los gritos de tantos.
Poco a poco te das cuenta de lo que te encantan las cosas sencillas.


Billar. Ella dice que no sabe jugar pero te da una paliza.
Te quedas ahí parado, con tu cara de tonto. Sin saber más que maldecir no haber puesto más en práctica los consejos de tu padre- conquístala desde abajo, con la cosa más nimia, después dejará de ser insignificante para volverse enorme.
Crees que no pasan las horas cuando ella dice que es hora de volver a casa, que sus amigas se fueron y debería marchar.
Y no puedes. Los frenos no te funcionan. La besas antes de que se escape cual cenicienta tardía sin decirte donde.


Una noche más. Para el recuerdo.
Veis Madrid amanecer de camino a casa.
Y te acercas a su oído.
-Billar, ¿y lo que surja?
-Vida, y lo que surja.- Te responde.

A partir de este amanecer tendréis que acostumbraros a ser compañeros de sueño en una cama de noventa.

1 comentario:

Caracola dijo...

Próximo capítulo?!