martes, 6 de octubre de 2015

Curado de arritmias

Cada vez que escucho de lejos su nombre, un escalofrío recorre mi espalda.

Ni siquiera la conozco.
Tan solo soy capaz de deletrear las letras por las que la llamas cada noche de luna creciente y cama.
Cada noche de estrellas apagadas.

Respiro lentamente, controlando los suspiros mientras suenan las cuerdas de la guitarra de Andrés.
Señor Suárez, mago gallego de los acordes.
"Pequeña historia de Marina"
Y mi cabeza vuela hasta agosto, cuando él mismo me susurró el significado de dos versos al oído.
Fui una más de la multitud, aunque me sintiese única.

Quise viajar a la playa con él en mis oídos, sentirme Marina.

Él decía no haber visto un culo más bonito paseando por aquella playa durante el verano,
el suyo.
Que nunca olvidaría su caminar, o su nombre,
ni las cuerdas de la guitarra con la que
intentaron llegar a Sabina por caminos sucedáneos.
Él dijo que el amor movía el mundo, y
yo contesté que no somos más que marionetas de ese loco motor.

Mi cabeza me juega malos tragos de buen vino cada vez que te recuerda con ella.
Me digo que cada rayo de sol que aparezca entre tanta nube servirá para borrar dos recuerdos de una cuenta pendiente.
No quedan monedas en la hucha de la felicidad y eso que estamos a principios de mes y me había propuesto ahorrar para el viaje a la luna.
Voy a ciegas, sin tener ni idea de por qué me dejas caminar con tus manos sobre mis ojos.
Y ella vuelve. 
Pero tu no los retiras. Continúas detrás de mi.
Será que aún nos queda tanto que callar juntos,
será que nos resta dolernos.

(Riccardo Scarmacio, Katy Saunders- "Tre metri sopra il cielo")


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