lunes, 29 de julio de 2013

Un vodka con hielo, que me lleve al cielo

Era la reina. Su sonrisa cambiaba el mundo, todo era felicidad por donde ella pisaba.
En aquel entonces ella era la tentación, y vivía arriba. Decía que los caballeros las preferían rubias y por ello su pelo se volvió plateado, del color del sol.
Amaba cantar, lo llevaba en la sangre, era su esencia, su pequeña particularidad. Tanto era así que susurró al oído de uno de los más grandes un maravilloso feliz cumpleaños.
Era más grande aún que su tierra. modelaba pasarelas, cambiaba a menudo de ropa arguyendo que debía de estar perfecta.
Le gustaba posar, cambiar de sonrisa aunque nunca de mirada, siempre la misma mirada sensual bajo una capa negra de fino maquillaje. Siempre llevaba algún diamante entre sus joyas, estos, según ella, eran los mejores amigos de una chica.
Era una humilde chica que tras las cámaras siempre tenía un príncipe.
Irremediablemente sumida en una depresión profunda se hundió demasiado, ella no quería tocar fondo pero lo hizo. Demasiado alcohol cada noche, demasiados químicos.
Unas cuatro de la madrugada, casi cinco; tremendamente viejas para percatarse de lo que estaba sucediendo. M se fue, se marchó demasiado lejos.


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