sábado, 27 de julio de 2013

Ingenuidad ante el espejo

Y tú, tan ingenua, te calzas unos tacones, te pintas los labios de rojo, te despeinas el pelo, te subes la falda y sales de casa dispuesta a  tumbar el mundo.
Madrugada calurosa, y tú de bar en bar, apurando una copa tras otra sin apenas sacar una moneda de tu cursi, brillante y barato bolso del Blanco.
Todos te quieren, todos sonríen, todos te invitan, te incitan a probar distintos sabores para un mismo fin. Luego, no recuerdas nada. El alcohol y ellos te han jugado una mala pasada. "Mamá tenía razón cuando te dijo que tuvieras cuidado" La advertencia vaga por tu entumecida cabeza cuando ya es demasiado tarde.
Haces un intento de abrir los ojos, pegajosos.
Te los restriegas intentando en vano recordar y manchas sin querer de negro rimel unas inmaculadas sábanas que no te son conocidas. Asustada te palpas el cuerpo. No hay restos de aquel ceñido vestido azabache que llevabas la noche anterior. Poco a poco te vas dando cuenta de que un rayo de sol entra por la ventana cercana a la cama, y tienes miedo, miedo de haber perdido "tu noche", miedo de haber malgastado tu vida por un simple capricho de una estúpida niña mimada. Entonces te da por mirar tu espalda, desprovista de cualquier prenda que denote civilización y, al girar, lo ves. Un él que nunca has visto en tu vida yace tumbado boca arriba durmiendo a tu lado. Es guapo. Sus ojos dejan ver cansancio, las líneas de su rostro lo hacían parecer más mayor de lo que en realidad es; pero ahora después de tener un inesperado flashback de "tu noche" solo te apetece correr y llorar.

No hay comentarios: