sábado, 27 de julio de 2013

Te quiero con te de tequila, y cerca


Noche abierta, costa resuelta. Mucha música resonaba por encima de tantas risas. Eran cinco, cinco incomprendidos de la vida, cinco elementos, cinco sonrisas perdidas.
Jake estaba en el primer bar de la transitada calle. Ela intentaba abrir torpemente el pestillo de un ruidoso local al que había entrado. Mason, al final de la barra, miraba insinuándose a la guapa camarera, Anne, que se recogía el pelo en un voluminoso moño dejando algunos mechones traviesos bailar al son del ruido.
Por último, Charles.
Charles entraba por la puerta lentamente, con pesadez. No tenía ganas de nada, las cosas no le iban muy bien y quería perderse en aquel líquido fuerte con la única compañía de limón y sal. Te quiero, Tequila; se dijo mientras se sentaba en la barra dispuesto a pedir.
Jake miraba a todo el que se sentaba y en seguida Charles le cayó bien. Serían los hombros caídos que le comunicaban compasión o la mirada perdida la que hicieron que se acercara a él. Tendría unos veinte años igual que Jake. Vestido con camisa ligeramente abierta, el pelo despeinado, parecía alto, perdido, olvidado...
-Hola.-Saludó Jake.- Tienes pinta de necesitar un trago.
-Puede.
-¿Ella?- Quiso saber el joven refiriéndose a los desengaños amorosos.
-Bingo.
Jake pidió un par de chupitos de tequila para ambos.
Mientras tanto, una joven de mirada atigrada con el pelo por los hombros curiosamente rizado bajaba del baño y se acercó a donde los jóvenes.
-Anne, ponme uno de esos a mi. Lo necesito.- Le dijo a su mejor amiga.
-¿Los conoces?- Inquirió la joven camarera.
- Aún no.- Le susurró al oído la joven con un intento fallido de la única sonrisa de la noche.
-Hola chicos.- Saludó ella con el chupito en la mano izquierda.
-Hola...¿te importa?- Espetó Charles molesto.
-Soy Ela, encantada.- Ignoró con picardía al joven.
-Yo también necesito un trago, las malas rachas ¿sabéis?
Enseguida tres completos desconocidos se convirtieron en amigos, amigos de penas, de soluciones unidos por un vicio efímero.

Mason llamó la atención de la camarera.
-Perdona, puedo decirte algo.- Susurró a su oído cuando esta se acercó.
Ella asintió divertida con la cabeza, hacía tiempo que no sonreía con tanta espontaneidad.
-He intentado evitarlo, pero no puedo hacer más que decirte la verdad. Eres la chica más bonita que he visto en mucho tiempo y necesito saber tu nombre.
-Puedes llamarme Tequila, aunque mi nombre es Anne. El apodo viene del nombre del bar, yo soy la dueña.- Respondió.
Eran las tres de la mañana cuando, después de servirle una copa a aquel joven que le había preguntado su nombre, el bar se había ido vaciando y Anne comenzó a cerrarlo.
La madera crujía bajo los pies de la joven cuando comenzó a apilar las sillas. Ya solo quedaban su amiga, el joven del nombre y los dos que estaban con Ela.
Anne cambió la música, esta era lenta, melodiosa, le gustaba relajarse así antes de subir a su destartalado piso a dormir unas pocas horas.
Sin darse cuenta la joven balanceaba los pies y una mano se agarró a su cintura invitándola a bailar. Mason retiraba el pelo de los ojos de ella.
-Llevaba días viniendo a tu bar, siempre viéndote cansada, falta de felicidad y me lo he propuesto Anne, me he propuesto hacerte feliz...
-¿Cómo puedes estar tan seguro de que soy yo a la que buscas? ¿Cómo lo sabes si no has conocido ni a la mitad del mundo?- Preguntó ella mirándolo a los ojos. 
-¿Nunca has estado segura de nada?¿Ni has mirado a alguien a los ojos sabiendo que querías seguir mirando a esa persona cada mañana todos los días de tu vida?
-Nunca antes me había pasado...
-¿Antes?
-Antes de ahora, antes de estar delante tuya, antes de darme cuenta de que no te llamas Mason sino Matthew, antes de saber que eres el chico del que estuve enamorada hace tiempo y que ha vuelto después de unos interminables años fuera...
-Tenía que empezar de nuevo, Anne.
-Y yo dejarte intentarlo Matt.
Se unieron a los otros tres en la primera de tantas madrugadas de vivirían juntos aquel club de los incomprendidos. 

A veces la vida te da sorpresas, te une bajo una fina línea, bajo un momentáneo techo. Habrá muchas personas que estén de paso pero también, encontrarás a otras que sin razón aparente se unirán en lazo fuerte al camino de tu vida y no te dejaran caer. Aquella noche cinco personas comenzaron un mismo camino en el bar de la esquina sabiendo que serían uno de los pocos para siempre que realmente duran.

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