sábado, 11 de abril de 2015

El eterno Peter Pan

Ella esperó una noche más a que saliera la luna. De nuevo sonó aquel fatídico interfono que la conectaba con el resto del mundo.
Simplemente deseaba que no fuera él de nuevo. Que no se plantara ante su puerta como cada madrugada con lágrimas en los ojos diciéndole tantos te quieros vacíos de sentimiento. Que no volviera a decirle que todo había sido un error-o varios- y que el perdón podía arreglar un corazón roto a base de tiritas.
Esperó a que sonase más veces pero no hizo caso. Aquella noche sería solo suya, como todas las que le quedaban por vivir. Suya, y de aquellos pequeños ojos azules que corrían por la casa sintiendo lejos al hombre incauto que llamaba a la puerta.



Ya se había cansado de no tener polvo de hadas para volar lejos a ese Nunca Jamás tan prometido. Se cansó de que fallasen las alas que la enseñarían a volar. Se cansó de tenerlo lejos y de que la segunda estrella a la derecha no se viera en los días de lluvia. Y se armó de valor para dejar de soñar, y poner los pies en el suelo. Se recogió el pelo y se vistió de su mejor sonrisa para salir a la calle.
Ya no más, por una persona que se había olvidado de lo lejos que quedaron los indios y las sirenas, ya no más para aquel  niño grande que se negaba a crecer. Un niño, al que ya hacia tiempo que quedaban mal las bermudas de Peter.
Un eterno Peter Pan.

a W.

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