sábado, 11 de abril de 2015

Algo más de un siglo atrás

Ya no existen los amores apasionados, como los de antes. Tras vueltas y más vueltas a mi cabeza creo que ya he hallado la solución. Está en la esperanza de vida. Eso y que nos hemos cansado de que el amor deje de dar frutos.
Puede que antes no viviéramos ni la mitad de los años que derrochamos ahora. Pero era más intenso, eran solo tiempos de vivir, de aquel conocido carpe diem, de aprovechar ese, aquel y todos y cada uno de los momentos que se interponían en nuestro camino.
Antes, sabíamos a lo que íbamos, solo perdíamos el tiempo en cosas necesarias. La vida era corta, tanto que una injusta despedida podía llegar a la hora exacta del momento equivocado, y después nada.
Había pasión, había ilusión y una suave brisa de desenfreno cuando los ojos indeseados se mantenían alejados de los nuestros.
Puede que antes no viviéramos tanto, y viviéramos mejor.
Puede que simplemente haya cambiado la forma de concebir el tiempo, de pasarlo y hacerlo pasar. Era diferente.

No buscábamos ver pasar las horas ante un reloj de pared, salíamos a llenarlas para luego ni mirarlas a la cara al llegar a hurtadillas a casa.



(Orgullo y Prejuicio, Matthew Macfayden y Keira Knightley)

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