lunes, 7 de septiembre de 2015

Nos va eso de sentir

Seguro que ya ni me llamas. (Tampoco lo espero)
Que no tienes fuerzas para descolgar el teléfono y preguntar un que tal te va.

Estoy bien, obviando que te echo de menos más de la cuenta.

Estoy segura de que ya no tomas el desayuno en la cama, ni te levantas por las mañanas.
Las mañanas son demasiado dolorosas. Prefieres levantarte a unas tres de la tarde resacosas, y prepararte para la juventud de la noche que se avecina.

Estoy segura de que ya no dices a ninguna encanto, y tampoco les susurras cosas al oído.
Segura de que no les enseñas a ellas la magia de las estrellas cuando la luna toca nueva.

Pero
también estoy segura de que las tardes de cartas entre beso y verso no han salido aún de tu retina.
Suelo ser de esas, de las que pisan fuerte,
como decías, de las que dejan huella.

Ha llegado el momento
ese en que dudo si es mejor una retirada a tiempo o ser valiente y perseguir lo que quiero.

Nunca fuimos de despedidas. Se nos daba tan mal que decidimos evitarlas.
Tampoco fuimos de reencuentros.
Ni siquiera fuimos.
Simplemente nos sentimos.
Apostamos a todo o nada, sin miedo a perder.
Echamos más leña al fuego, descubrimos que nos encantaba perdernos.
Le dimos la vuelta al reloj de pared esperando que el tiempo pasara más lento.
Jugamos a hacer castillos con el de arena, en esa playa, la de los vientos.
Viajamos.
Y qué viajes.
Viajamos a las esquinas de las calles más largas de todas aquellas ciudades, la nuestra.
Viajamos con una mano delante y la otra metida en el bolsillo trasero del pantalón vaquero.
Corrimos en dirección contraria hasta dejar de vernos.
Gritamos desde el acantilado más alto,
desde la curva más amplia de nuestra montaña privada.
Nos hicimos daño, nos dejamos caer y luego nos pusimos tiritas.
Nos dimos la mano para continuar un camino entre lágrimas.

Apostamos y perdimos.
Salió mal.
Y te fuiste.
Nos sentimos y
Me fui para que cada cual se hiciera daño a si mismo, que dolía más y así nos sentíamos vivos.
Pero qué tontería.

Yo no quiero hacerme más daño.
Quiero arriesgar y ganar.

Así que lo intento. Una última vez. Pero me prometo, me juro
que será la última.
Descuelgo el teléfono y te llamo. Mientras espero, recorro la casa.
Del sofá a la cama, del pasillo a  la puerta. No coges. No quieres coger.
Ahora no estoy segura.

El timbre.

No me sorprendo. Ya sabía desde el día en que nos presentaron en aquel bar que tu no eras de llamar.
Eras de entrar y arrasar.
Eres tú.
Vamos a apostar.
Que esta vez ganamos.

-No le digo a ninguna encanto. Tampoco saben mirar las estrellas como tú, les faltan tus ojos. Siempre me pierdo por calles que conocía contigo. Mi mano echa de menos el bolsillo de tu pantalón vaquero. Y hoy...hoy hay luna nueva. No me niegues un baile más contigo.

Como siempre y casi nunca las palabras te salen de los labios.
Me lees la mente un rato y nos queremos al siguiente.
Empezamos desde el final.



(Penélope Cruz, Tom Cruise)