jueves, 30 de enero de 2014

Misma letra, mismo camino.

¿Qué fue de ellos? No pasaron más que de un "despierta dormilona", y ella abriendo los ojos para verlo sonreír. Se quisieron en secreto.
Ella arrancaba pétalos de margaritas, lo que no sabía es que a todas esas flores que arrasó les faltaba un pétalo.
Él la quería, y mucho.
Sabía que no podía decirlo y menos ahora. No era el momento, ni el lugar, y él tampoco era la persona indicada para ella. No sabía por qué pero sabía que si se delataba le haría daño y era lo que menos quería: dañarla.
No quería ver sus ojos anegados de lágrimas, no quería ver que nadie le rompiera el corazón ni si quiera él. No quería compartirla, quería que fuera suya y no del viento.
Quería ser el quien la sacase de la cama cada mañana y que de las prisas no quedara tiempo, quería abrazarla y poder decir que tenía el mundo en sus manos, pero no se atrevía.

Por eso cada mañana le dedicaba el primer pensamiento, por eso guardaba su foto bajo la almohada y le daba las buenas noches antes de irse a dormir.
Cada mañana podía verla pasar y le entraban ganas de correr tras ella. Cada mañana arrancaba una hoja más del calendario. Y llegó aquel día.
Siempre había pensado que san Valentín no es más que una inventiva de los grandes almacenes para hacer el agosto en febrero. Bueno, siempre. Lo pensaba antes de conocerla a ella.
Entonces ese frío día le pareció el único momento en el cual el podía por fin de alguna manera hacerle saber sus sentimientos.
Cogió una rosa, un trozo pequeño de papel. Escribió: te quiero pequeña dormilona. Ella lo sabría. Dejó ambas cosas donde pudiera verlas.

Ella las encontró fácilmente. Desdobló con cuidado el pequeño papel que acompañaba a la rosa. Lo leyó. Su corazón volcó. Sabía quien era. Sólo una persona le llamaba así. Había sido su único momento. 
Corrió en su busca. No le pidió explicaciones, no le dijo las ganas que tenía de besarlo, sólo lo abrazó. Él la estrechó entre sus brazos susurrándole al oído que se quedara a su lado.


No hay comentarios: