domingo, 12 de enero de 2014

Las diez de la mañana entre estruendosos ruidos y uno de los pacientes debe tomarse la medicina

No hace tanto tiempo que nos conocimos. No tanto que nuestra historia fue demasiado fugaz, efímera. A decir verdad fue una de esas en las que se siente en unos días más que en toda una vida.  Menos de un verano. Noches jóvenes como nosotros en las que el bullicio quedaba sordo para dejarnos hablar. Aquellos atardeceres en los que tú te sentías cómodo y te daba por arrancar una flor y ponerla en mi pelo en esos interminables paseos por la playa. Todo eso aún pervive en el recuerdo. No sé cómo acabará, tampoco recuerdo cómo empezó todo. Solo sé que te quiero, que te echo de menos y que la distancia lo único que hace es unir más. Hace días que dejaron de llegar noticias del frente y tengo miedo. Miedo de perderte para siempre. No soy capaz de imaginar que esos días acaban y sin motivo. Cada día me asomo a la ventana de lo que queda del derruido hospital comarcal para ver si por casualidad aparece tu avioneta, reviso cada noche uno a uno los identificadores de todos y cada uno de los heridos que van llegando con el alma encogida y el dolor en el corazón.
Mike ya puede mover el brazo, James lo ha perdido del todo…Son tan injustas las heridas. Inversamente proporcionales a la grandeza de los heridos. No querría que te pasara lo mismo así que si esta carta te llega, si la carta termina su destino hacia ninguna parte y tú aún sigues respirando, vuelve. Vuelve, por favor. Mira dentro del sobre. La fotografía es la única que tengo nuestra. Quiero que la tengas y que la traigas de vuelta.