viernes, 3 de enero de 2014

La vida es de repente

Mirándose a los ojos se contestaron. Se volverían a ver pero, ¿cuanto tendría que esperar?¿cuanto, para fundirse en un abrazo que los llevara lejos? ¿Cuanto, para repetir aquel único último beso?
Habían pasado tanto que el tiempo se había vuelto eterno, que los días eran horas y cuando llegó la hora de partir ninguno de los dos quiso separarse aunque tuvieron que hacerlo.
Ella lo miró como sólo observan unos ojos de enamorada, con detenimiento, con cariño, con aliento y esperanza. Él, con fuerza, con amor, con ganas de ella.
Ella le vio partir, tras el beso agitó la mano esperando en vano que aquel movimiento despejase su cabeza y los recuerdos se convirtiesen en polvo, volando con el viento.
Él limpió sereno una lágrima furtiva que quiso escapar a través de su mejilla izquierda.
Llevaba el pasador que a ella se le cayó en el baile escondido cuidadosamente en el bolsillo de la elegante chaqueta y ella, anudado al cuello portaba el pañuelo de seda asiático que el joven le había regalado gustosamente días antes.



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