domingo, 12 de julio de 2015

Ella se viste de domingo

Piensa y dime el nombre de la única persona a la que salvarías de un fin del mundo. Piensa y dime quien sería la que te robaría los te quiero en las tardes de domingo. Con quién compartirás tu vida.
Piensa ahora, y dime.
Dime quien es ella.
Su nombre, o que porte calza. Dime tantas cosas como recuerdes, tantas como vivas. Las necesarias para imaginármela exacta al recuerdo que tienes en tu cabeza.
Dime el rímel de las pestañas que te hacen temblar las rodillas, de nuevo.
Dime el disco que pones siempre para arrancarla a bailar. Dime si ella sigue tus pasos o se los inventa para que la enseñes.
Confíame el secreto de tu felicidad compartida, de aquella a la que le regalaste tu corazón.
Piensa, una vez más.
Quiero que me digas si ella es la de tus desvelos, si la imaginas tanto vestida, como desnuda.
Si es el motivo de tus enfados y de la más amplia de tus sonrisas, de los viernes de desenfreno, de las carreras contrarreloj cada inicio de semana. Dime si es la causante de los domingos perfectos, la culpable de que la lluvia no se atreva a mirados desde lejos.
Dime si era ella la de los buenos días a versos, y la de las mejores noches repletas de besos.
Cuenta las horas muertas en las que ella te pierde de vista y dime cuando fue la última vez que miraste si la marca de su pintalabios rojo estaba en la esquina inferior izquierda del espejo de la pared.
Dime si aún queda tiza, en el resto de su nombre junto al tuyo.
Dime si los infinitos también existen, y si alguna vez se los susurrarías al oído desde tus labios.



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