viernes, 19 de junio de 2015

Encadenadas

Aún ni has entrado por la puerta y sé de sobra qué camisa llevas puesta.
No es por presumir pero carezco de razones por las que no quedarme contigo.

Siempre pensé que era el café quien me desvelaba cada madrugada, quien me hacía bailar sobre el parquet recién fregado o el que me quitaba el aliento persiguiéndome por el pasillo de nuestro
 hogar- hasta que te encontré-

Hogar porque nos ha adivinado con el mayor de los cariños, tanto despiertos como dormidos, nos ha tenido miedo y ha reído al escucharnos soñar.
Hogar el que tú y yo hemos ido construyendo paso a paso, el que hemos compartido.

Compartir. Compartir una y mil vueltas de la vida, todas las benditas suertes, los cines de improvisto y las obras de teatro viejas. Lo comparto todo si es contigo. Puede que compartir esté minusvalorado y que realmente sea eso, y no cualquier otra minucia, lo que mueva el mundo, y en definitiva: la vida.
Por compartir, compartamos la felicidad.

Felicidad, qué bonito nombre tienes. ¿Nunca lo han oído antes? ¿No les parece que lo dice todo? Felicidad-
Despertarse con un beso, que el un rayo de sol entre por tu ventana.
Adivinarte, soñando, los lunares de la espalda.
Que llueva y saltar los charcos.
Contar hasta diez con una sonrisa.
Encontrar personas que hace mucho que no veías.
Recordar, aunque duela.
Insistir, no parar.
Bailar sin tener descanso.
Cantar en el Café Libertad, a unas ocho de la tarde, un abril.
Cantar a los cuatro vientos.
Ver nacer, y despedirse de quien se tiene que ir.
Ver el vidrio en la mirada, emocionarse.
Recorrer el mundo,
Contigo.




1 comentario:

Caracola dijo...

Me has dejado sin palabras, con una sonrisa y un par de lágrimas. Espero su devolución.