A veces me da miedo cerrar los ojos a la luz de las estrellas.
Tiemblo al pensar que pueda quedarme dormida sin tener tus brazos para abrazarme.
A veces imagino que tu respiración susurra sobre mi pelo despeinado de domingo vespertino.
A veces me da miedo dormir por aquello de soñar.
Ya sueño demasiado despierta como para tener que hacerlo dormida.
Me da miedo sentir. Tengo demasiados sueños sentidos y no encuentro el rincón escrito a lápiz para poder borrarlos.
Me da miedo volver a caerme y que no sostengas mi mano para evitar los traspiés.
Tengo el corazón dividido, en versos que se recitan a besos, en acordes de guitarra y en teclas de piano, en blanco y negro como la vida misma.
He llegado a pensar eso de que ni yo misma entiendo el entresijo de mis pensamientos con tal de no mirar a los ojos a los problemas.
He llegado a cubrir con mis manos las lineas imaginarias de tu espalda, intentando adivinar qué se siente al notar tu aliento.
Era verdad eso de que el amor estaba para hacerlo, y más en braille-en palabras de Fredi- porque es cierto que el amor es ciego.
Tengo miedo de dormir y soñar que levanto con tu camisa puesta de la madrugada anterior, solo soñarlo. Esa que aún guarda tu perfume, junto a la esquina izquierda de mi muñeca.
Tengo miedo de revelar un secreto tan profundo como el mar.
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