domingo, 21 de junio de 2015

Autre Dimanche

La melancolía llama a mi puerta los domingos.
Llama a un ático donde rara es la vez que no contemplo una puesta de sol bajo el ritmo de pasos tranquilos.
Adoro los atardeceres.

Normalmente los domingos son acústicos, son demasiado míos.
Los declaré, hace ya tiempo, días creados por y para mí. Para hacer lo que me diera la real gana.

Al final siempre termino viviendo despacio, frenando el inicio de la semana.
El domingo de hoy ha sido como los demás, rutinario, semanal; 
aunque no acústico.

Primer domingo de un verano adivinándome en la sonrisa mis ansiadas expectativas.
Fin del fin de semana, final apoteósico de la amada primavera, dando pie al comienzo de algo que se me antoja infinito y que después, siempre se queda corto.

Hoy ha sido un domingo frenético. Un domingo de levantarse extrañando el francés, de hablar sola. Un domingo de añorar el italiano y rebuscar miles de guías que pudieran transportarte hasta el Trastevere.
Un domingo frenético, no por la rutina, no por la compañía familiar, ni por la falta de tranquilidad,
sino por la música.

Hoy era el día de la MÚSICA, así, tan en mayúsculas.
Y la música que decidió perseguirme hoy era de guitarra eléctrica y gritos en otro idioma.
Ha sido un domingo de orden y desorden, de locura y golpes a una batería con el volumen más alto de la cuenta.

Pero luego vuelve la melancolía.
Vuelve en los segundos de transición entre canción y canción. Vuelve con aplomo y susurrante.
Pero siempre vuelve, como cada domingo, para decirme al oído que quedan locos en el mundo y el mundo es un lugar gobernado por locos. Vuelve para definirme con palabras abstractas y darme la espalda, para hacerme recordar y borrar otros recuerdos. Vuelve para cerrar una vez más el domingo a golpe de reloj buscando la luna por el cielo.

Es cierto que hoy el sol se fue más tarde que de costumbre, aunque no hay demasiadas estrellas y fuera está tan oscuro...

Otro domingo más.


(Amélie, Audry Tautou)

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