jueves, 24 de abril de 2014

Lo piensas y el mundo pierde sentido

¿Y recuerdas? Aquel era nuestro viaje. Sólo nuestro, y lo seguirá siendo. Ese viaje que comenzaría un día inexistente de verano y que realmente empezó como vagas ideas bajo los colores de una bandera.
Era un viaje de ida pero sin vuelta, un viaje en el que ni siquiera hacia falta maleta. 
Un viaje que quedó grabado en fotos de sitios que quisimos visitar, un viaje en la inmensidad del mundo.
Pero nunca llegamos a coger aquel último tren de la transitada estación. No sabemos que nos habría deparado el destino o si habríamos regresado algún día.
Ayer no me podía dormir. Me levanté de la cama y a tientas comencé a dar vueltas por la habitación. De repente mi pie se chocó con algo que no recordaba haber dejado de obstáculos. Palpé a tientas una pequeña caja: mi maleta repleta de sueños. No se lo he dicho a nadie pero ese pequeño trozo de intensidad es lo único que me pertenece en esta vida. Mis mejores momentos, los más divertidos, los más tiernos, los más alegres, todos tienen vida y están aprisionados en esa pequeña caja de madera. No le quise dar más vueltas al asunto. Esa caja siempre esta guardada, bajo llave. ¿Qué diantre hacía ahí? Cómo siempre el destino venía a importunar.
La abrí con cuidado y lo primero que encontré fueron esos dos billetes a ninguna parte. Algo de arena de aquellos días se escapó por entré mis dedos. Esos billetes ya no están en la caja, los he guardado en un lugar seguro, para evitar tener que limpiar más manchas oscuras, quizás demasiado humedecidas de su superficie.
La caja, mi parte de vida, ha vuelto a su rincón. 
Volví a meterme en la cama y mientras la luna quería impedir que cerrara los ojos yo subí a ese tren esperándote en la siguiente parada.


a R.

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