miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sexto sentido

Cuando una chica sabe, es porque verdaderamente tiene certeza, aún sin pruebas de lo que esta diciendo. Es algo que lleva dentro. Es como un solucionario que nos da las respuesta parcialmente a problemas que ni siquiera son de nuestra incumbencia, o si.
Ella con sólo leer dos palabras ya sabía que su corazón, el de el era de otra. Ya sabía que la merecía y que el cariño profesado era mutuo por eso muchas veces, al darle vueltas a las cosas nos cuestionamos eso de qué es mejor, si darle la mano a la realidad o vivir en nuestra ignorancia.
Ella lo supo entonces, y lo sabe ahora. Ella que se muere por dentro y sólo sabe soltar fuera palabras hostiles contra los que le rodean. Ella tan inocente con un mundo demasiado grande que se viene encima.
Ella no quería llorar, pero es tan difícil, quería seguirle, al fin del mundo, quería ser ella.
Demasiados convencionalismos, demasiadas buenas maneras, estaba harta.
Harta de echar de  menos a alguien que no la correspondía, harta del mundo, de que le faltasen besos, harta de estar tan lejos. Sólo la comprendía la distancia, sólo le quedaba el recuerdo.
Él, aún así, la pensaba. La echaba de menos. Cómo aquella niña con ojos tan maravillosos no estaba a su lado. No había nadie más, sólo ella. Aunque ella suspirase por otro, aunque faltasen motivos y los kilómetros los separasen, él seguía allí. La misma noche, la misma calle, el mismo centro, esperaba verla pronto y de hecho no faltaba tanto. Se había decepcionado tanto cuando supo que las últimas brisas de verano no la llevarían de vuelta. Sin embargo, tenía la certeza de que ahora, al haber llegado el frío,  al congelarse los rescoldos de cada florido balcón y elevarse aquella hermosa serranía contra las inclemencias del tiempo, ella volvería. 





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