Poder disfrutar de ese paso de tiempo
y que el lunes se espere, que tarde,
que llegue con ganas.
Y más si son como hoy-
de melancolía y familia- tanto de sangre, como de vida.
Y más, si son de atardeceres de mil colores.
Me gustan los domingos si se hace de noche demasiado pronto y luego no sabemos que hacer con tantas estrellas.
Domingos con sabor a despedida, en los que se nos olvidan penas y sueños.
Esos en los que dudamos
si estrellarnos las ganas, o esconderlas bajo la cama.
Porque los domingos son mi fusión perfecta entre fiesta y siesta.
Y me seguirán encantando.
Y más en noviembre, tan dulce como frío;
y más si Loreto comienza a recitar a contrarreloj
y me cuenta que las veces que la vida ha sido puta
ganan a las que fue de rosa.
Y si los domingos se convierten en madrugadas desgarradas.
Y yo.
que la necesitaba tanto,
y el sol no quiso darme la espalda.
Vida a cuestas, para dos. Compostela.
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