Piensas que podría haber sucedido si te hubieras atrevido a confesarlo todo antes de su marcha. Ahora sería distinto.
Lo importante es que seguís viviendo bajo el mismo cielo, que miráis las mismas estrellas cuando anochece y que ella también te echa de menos.
Debiste decirle lo que sentías a tiempo. Debiste ser sincero, por ti y por ella.
Es otra tarde de viernes, color plomizo. Tú intentas acostumbrarte a esta nueva rutina que ha empezado hace poco y ella no está contigo. Está lejos.
Crees que en cualquier momento puede olvidarse de ti, que conocerá a otros y se volverá a enamorar.
Es entonces cuando has decidido que es hora de tirar la toalla, de abandonar uno de tus queridos sueños. ¿Para qué? Has vuelto a preguntarte.
Pero lo que no te das cuenta es que quien no arriesga no gana. Que lo que estás haciendo es egoísta, y lo sabes.
Pero vuelves a dar otra vuelta en la cama y con ayuda de algo de música te quedas dormido de nuevo con ella en tu cabeza sin saberlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario