jueves, 2 de octubre de 2014

Indiferente el cielo, le roba al suelo

De nuevo la vida golpea.
Esto llega con retraso, sin prisa, habiendo meditado y roto cada una de las conexiones neuronales que quedaban en tu cabeza. Lentamente y con saña.
Explícame, Ale. Si no te conocía, ¿por qué me dueles? ¿por qué miro tus ojos en una fotografía y me falta el aire?
No lo entiendo.
Solo sé que si con tan poco puedes remover tanto mi alma, es que eras especial, de los que ya no quedan.
Duele pensar que ahí arriba la toman con la gente buena, se los llevan para que no podamos disfrutar de vosotros, para que no seamos capaces de compartiros. 
Ale, esto no es una carta, no es una noticia, ni un mensaje de tristeza o compasión.
Esto es para desearte suerte, para decirte que de vez en cuando le escribas desde ahí arriba informando de que llegaste bien, para que los besos que te hemos mandado, te lleguen antes. Esto es para que los que llegaron hasta allí antes de ti te abracen.
Llevamos días que los ángeles no lloran, están secos.
Llevamos tiempo pensando que esto no puede ser casualidad, que las luces de la ciudad se mantengan siempre encendidas y que cada vez veamos más y más alas surcar el cielo.
Ya no me creo que no fueras tú.
Estoy segura de que ayer, cuando miré el cielo, te vi brillando a lo lejos.
Hasta siempre, nos vemos pronto.
Que te vaya bonito.


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