sábado, 10 de mayo de 2014

Perfección


Coraza bella y fuerte, corazón valiente.
Billete de metro hasta Picadilli, bufanda al cuello.
Día nublado, noviembre dulce.
-No sale el sol, no sale nunca-

Sentado en el lugar más transitado de la capital londinense con el gorro sobre la cabeza y las gafas puestas a pesar de la escasa luz, él piensa. Debe encontrar la forma de acabar con eso. Quiere dejar de aparentar que vive una vida perfecta, y gritarle al mundo que está perdido y que no sonríe desde hace tiempo. Mira una a una las personas que confluyen en aquel vagón. Qué bonita la vida.
Necesita aire, respirar hondo y confesar otra de tantas cosas que le oprime el pecho, y le ahoga el corazón. Él, sonrisa perfecta, ojos verde tristeza la busca.
Desapareció sin decirle nada, y no pudo retroceder en el tiempo para encontrarla.
Aprieta con los dedos un pequeño trozo de papel arrugado, doblado mil veces que reza su dirección.
Una llamada le saca de sus pensamientos y raudo se levanta para salir de aquel pestilente vagón. No aguantaba más.
En la calle hace frío. El cielo es de color vida feliz, es de color rosa. Las farolas a lo largo del paseo comienzan a danzar con una tenue luz.
De pronto la ve.
Ella levanta la vista, como si supiera que alguien la estaba mirando. A través de los cristales empañados de sus gafas, el joven adivina el brillo de sus ojos.
-No te vayas…-Susurra él acercándose.
-¿Qué es lo que te pasa últimamente?- Pregunta ella llevando puesto el disfraz de indiferencia.
-¿Qué me pasa? ¿Por qué?
-Porque el teléfono de casa no suena. La pintura del óleo que hicimos se está secando, tu taza de café se ha quedado fría sobre el alféizar de la ventana, el segundo juego de llaves no está sobre el felpudo y el cajón de tus calcetines está vacío…
-Con lo fácil que es decirme que me echabas de menos.- Suspira él con una sonrisa amarga.
-Puedes tener a muchas detrás tuya.- Una lágrima se resbala por su mejilla.
-¿No te ha quedado claro? No quiero otras. Te quiero a ti. Quiero que me despiertes como haces cada mañana, necesito nuestra pelea de almohadas. Quiero dejarte notas por todas partes y que tu las encuentres y sonrías. Quiero que estos meses, lo que hemos vivido no acabe. Y no sabía cómo decírtelo sin que el secador aterrizara de nuevo sobre mi cabeza.
-¿Por eso estabas triste?- Quiere saber ella.
-¿Triste yo? Venga…-Bromea él.
-No me mientas…-Murmura frunciendo el ceño.
-Pensé que te había perdido para siempre.

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