viernes, 13 de septiembre de 2013

Save our night

Con el tiempo me había dado cuenta de que era inútil llevarle la contraria al mundo. Que para ser feliz debía ir con él, marcando el rumbo. Y todo lo conseguía gracias a ella. Era mi pequeña, mis ganas de vida. Conseguía sacarme siempre una jodida sonrisa y cada día la echaba más de menos. Pero era feliz así, interminables charlas de madrugada que no llegaban a más de un beso de buenas noches.
Y en realidad, tampoco hacía tanto que nos conocíamos cuando no me costaba nada quererla y ella se hacía querer. Se enfadaba cada vez que le hacía alguna broma y eso me hacía reír aún más.
Ella sabía cuándo estaba triste, cuándo raro, sabía calmarme y desesperarme pero, sobre todo, sabía escuchar. No es que yo contase nada especial, solo tonterías, aunque sabiendo que eran tonterías ella estaba allí. Para mí.
Veía normal la envidia en los ojos de otras, pero con ella me llevo tan bien que hasta yo me pregunto el cómo pudo pasar.
No me atrevo a decirle que la quiero, podría desmoronarla, es tan entera y a la vez tan frágil.


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