miércoles, 11 de septiembre de 2013

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Abuelo, sé que puedes escucharme. Me han dicho tantas cosas acerca de tu paradero, he intentado que vuelvas tantas veces que ahora con la mitad menos del pensamiento y un poco loca solo se me ocurre esta manera de hablarte, mediante palabras.
Sé que debería haber recordado aquel día, otro año más, ya quince. Quince en los que he crecido, once en los que deje de ser la niña que conociste. ¿Podrías perdonarme? No recordé que te fuiste, que o estarás más conmigo, solo bailaba y reía. No es para excusarme, pero sé también que eso es lo que tú hubieras querido, que no dejase de reír, que fuera feliz.
Te echo tanto de menos. En poco tiempo te convertiste en una de esas personas que sabes de son tuyas para toda la vida, toda la mía. Te guardo en mi cabeza, en el corazón y en millones de recuerdos más repartidos a lo largo de mi vida.

De todos mis sitios favoritos, me quedaba con tus brazos. Eran los únicos que me mecían hasta quedarme profundamente dormida.
Me gusta pensar que me ves, que me oyes, que diriges mi camino poco a poco para evitar tropiezos y aún así, alguna vez hay que caer.
Solo espero no tener que decirte que te quiero más, porque tu ya lo sepas y lo tengas grabado dentro.
Cada noche me acuesto con uno de tus regalos a los pies, un peluche que puede que aún huela a ti. Cuando miro a las estrellas siempre pienso que vosotros dos sois los más brillantes del cielo, no, no lo pienso, lo sé.
Y es que la vida es tan injusta, pretende quitarte a los que más quieres y solo sabe pasar haciendo daño y cosquillas.

No lo olvides nunca, te quiero.


1 comentario:

Rubén Ortiz dijo...

Me encanta, enhorabuena por tu trabajo,(orgulloso de conocer en persona a la autora de tal exquisitas frases y versos);)