sábado, 14 de septiembre de 2019

No me suelo creer lo que dicen de las segundas partes

Hace ya tiempo que no duermes junto a mi y desde entonces, no hay noche que no me asalte el insomnio.
Es como si necesitara el run run de tu corazón para conciliar el sueño y todo lo demás me viniera grande.

Hace tiempo que te fuiste sin avisar.
Y sigues en ninguna parte, haciendo de las tuyas.
Te largaste con la excusa de que era lo mejor para los dos.

Y me dicen por ahí que te pisas las ojeras, que se te caen las orejas y que no se han topado ni por casualidad con la que fue tu sonrisa.

Quisiera saber el porqué a tanto llanto de madrugada- me lo dijeron los vecinos de al lado.
Quisiera que pudieras confiar en mi de una vez por todas y dejaras de echar el freno hasta a tu propia respiración.

Aparca los nervios y piensa.
Recuerda todos los te quiero que derramé sobre tus costillas, adivina lo que pienso en cada momento y disfruta del camino.

No te pido que vuelvas, si no es eso lo que quieres, pero si que vuelvas a ser tú.
Continúa apuntando bien alto con tu ballesta de sueños, aún estás a tiempo de alcanzar aquella estrella.
No finjas que no duele, porque esconder duele por dos.

Y dos no se pelean si uno no quiere.

Y uno era aquello en lo que se convierten dos mitades al juntarse.

Quizá el dilema estaba en que siempre anduvimos enteros y nos hacíamos de menos.

Por eso, te lo digo como persona que te quiere, te necesitaba y te recuerda con mimo: pídeles a tus carcajadas una última oportunidad y quédate como una estatua cuando el brillo de tus ojos sea el mismo que el que desprendía tu alma.




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