sábado, 2 de enero de 2016

Bo Nadal

Aún nos siguen sorprendiendo las tradiciones y sus orígenes.
Los karaokes hasta tarde de los sábados de Navidad, tras las meriendas.
Las doce uvas y quién las cuente, que no falta a las 23:50 de la última noche del año.
La quedada de la última madrugada para ver las estrellas. Y pedir sin hacerlo del todo, otro deseo más a cualquiera que sea fugaz. Siempre el mismo, por si llegara a cumplirse.
Cenas copiosas, llenas de sonrisas. Personas que sólo ves en esas fechas tan señaladas y a las que preguntas a la vida cómo que no os junta más a menudo.
La elegancia del negro. El brillo de las lentejuelas. La colonia. Las yemas de los dedos frías, pasadas las doce, y todo por sostener ese brindis de champán.
Las medias rotas, los tacones en la mano.
Ellos de traje. Más maquillaje que de costumbre, y corbatas que terminan sobre la cabeza. Chaquetas que las abrigan a ellas, mientras ellos pasan frío en camisa.
Bailes. Lentos, rápidos, torpes, ensayados, improvisados, pero bailes.
Noches que acaban en desayunos. Churros, por supuesto. Y ver las primeras luces de la mañana.
Cafeterías que, a uno de enero, madrugan para que otros puedan irse a dormir antes. Cafeterías abarrotadas y chocolates calientes que auguran un buen comienzo.

Y lo mejor son las risas. Esas con tu gente, a los que coges de la mano, y de alguna forma sabes que no vas a perder . Los que te pellizcan el alma, los que se dejan la voz contigo en cada canción de ayer y a los que prometes avisar al llegar a casa.
Y cada comienzo de año, lo mismo.


No hay comentarios: