sábado, 3 de enero de 2015

Un millón de luces


Y él dormitaba todo lo que el frío le dejaba.
No sabía soñar, y hace tiempo que dejó de disfrutar.
Hasta ayer.
No sabe lo que pasó. Desde niño dejó de creer en la magia y todo dejó de parecerle bonito.
Pero ayer volvió a creer, frenó el crecer- susurró que la magia existía y una sonrisa salió de entre sus labios en forma de exhalación.

Comienzos de diciembre. Frío.
La ventana mal cerrada y la penumbra invadiendo la habitación. Le dio por descorrer las cortinas.

La vió. Vio a aquella joven feliz. Daba vueltas y vueltas en la plaza mirando a las estrellas. También se maravillaba por las luces que pendían como de un hilo sobre la fuente de aquel concurrido rincón de la ciudad.
Él la miraba, vio que sus ojos brillaban tanto que algo dentro le dijo que debía conocerla.
Bajó al portal poniéndose el abrigo y salió a la calle. 
Ella había dejado de bailar, ella no estaba.
Se dijo que sería una casualidad del destino cuando se dio la vuelta para ver esa despampanante sonrisa sobre él.
Era Navidad, todo podía pasar.

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