domingo, 23 de noviembre de 2014

Ver pasar la vida en la pupila de un sueño.

Era tan real, que dolió un poco más levantarse esta mañana.


Estaba con ellos, en un tren de regreso a casa. Reíamos como cada viernes. Éramos los de antes, los de siempre. Hablábamos de temas varios: de la vida, de las clases, de unos programas vistos a altas horas de madrugada...De todo. Y volvíamos a reír mientras veíamos el tiempo pasar entre cristales y railes llenos de vida. Disfrutaba tanto, los abrazaba, que cuando me quise dar cuenta habíamos llegado a nuestro destino.
Pero no me importó.
Lo habíamos pasado muy bien, y volveríamos a repetirlo infinidad de veces. Porque todas y cada una de aquellas sonrisas tan distintas eran mis amigos. Y los quiero, con sus pros y sus contras, con virtudes y defectos.
Les estaba diciendo que al día siguiente nos veríamos cuando la claridad de la ventana me entró demasiado dentro y fui consciente de que todo había sido un sueño.
Que mis amigos siguen siendo los mismos. 
Que los sigo queriendo igual o más pero de vez en cuando la vida se te hace cuesta arriba y les echas de menos. Y duele. Los extrañas a ellos y todas esas sonrisas que te sacaron cuando ni tu misma creíste que serías capaz de continuar.


Me he levantado en este Noviembre Dulce y, sin saber cómo ni por qué mis pies me han conducido a la estación pero ellos no estaban allí. Ilusa de mi. El tren que iba a casa hacía un par de minutos que había partido.
Y que con mil kilómetros de distancia entre nosotros, los necesito.


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