domingo, 17 de agosto de 2014

San Francisco.

¿Y por qué no?



La melodía suena mientras ves a Forrest correr dentro de la caja tonta llegando lejos. Otra vez esa dichosa canción.
Maldita casualidad.
A lo mejor no es casualidad. A lo mejor la serendepia es sólo un invento de nuestra fatídica cabeza para explicar que nos encontrásemos, que no fuéramos un nosotros.
O quizá si lo fuimos.
Fuimos un pequeño infinito, interminable e intenso del que aún no hemos aprendido a salir.
"debo, debo debo…"
Debes hacer tantas cosas que una vez estas ante el precipicio admirando la belleza de la naturaleza eres incapaz de saltar.
Suéltate el pelo y decide disfrutar. Sabes que las cosas pasan por algo y que ese algo es lo que mueve el mundo.
Deja que el hable contigo pero no vayas a abrirle tu corazón hasta que estés segura de que prefiere hacerlo suyo en lugar de hacerlo pedazos.
Pasea de su mano por las calles de San Francisco.
Escucha música con un solo auricular porque el tenga el otro.
Tómate un helado y llénale con él la nariz.
Deja que te abrace sin saber lo que pasará al instante siguiente.
No corras, no frenes.
Respira.
Vive y dale la mano.
Quizá mañana él se haya cansado de ser un "no nosotros".
Quizá ahora viene en tu busca.
Cuéntale tus penas a las estrellas.
Un, dos, tres;
Sonríe.


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