sábado, 16 de agosto de 2014

Cualquier tiempo pasado fue mejor


Por un momento olvidó todo lo que había quedado etiquetado de problema. Se quitó las gafas y se frotó los ojos con fuerza hasta dar un suspiro. Luego volvió a colocar aquella vieja montura sobre su curvada nariz y miró hacia su rincón favorito de la ciudad con la ilusión de un niño.
Will ya no era joven. Las arrugas le habían hecho visitas hacía años y habían decidido quedarse ahondando en el que había sido su terso rostro de adolescente.
Sus intensos ojos azules estaban demasiado hundidos en las cuencas de sus ojos. Últimamente siempre se encontraban vidriosos.
Sin mucha dificultad se centró en el juego de luces de su adorado tiovivo. Aquel era su rincón preferido. Donde había conocido a Molly.
Cientos de niños pasaban por su rincón cada día y al igual que la joven Molly dejaban sus risas bajo los galantes corceles de madera al abandonarlos en contra de su voluntad. La música también formaba parte de su vida. Había sido la melodía que había tenido en su cabeza desde que tenía uso de razón. Tan importante era para él que, incluso, había aprendido a tocarla al piano con los ojos completamente cubiertos con el pañuelo verde olor a Molly.
Molly era pelirroja, era risueña y muy guapa. El día en que se conocieron llevaba aquel  pañuelo verde.
Will se asomó a la ventana de su habitación un día caluroso de verano. Aún estaba amaneciendo pero debía bajar ya a poner en marcha el alegre tiovivo.
Tras dos horas de subir y bajar pequeños llegó una pareja joven que pidió turno para subir a su adorada atracción. Ella reía y el joven que la miraba feliz decidió no subir para observarla y fotografiarla.
La joven pelirroja recorrió rápidamente la atracción antes de que Will la hiciera despegar y se subió a un pequeño caballo azul cielo con estrellas pintadas sobre el lomo. "Peggie" Pensó Will el nombre del caballo en el que se había subido la joven.
Comenzó la canción y las vueltas de la vida. Su risa resonó aquella vez por todos los rincones de la ciudad y hubo un momento en el que al cruzar las miradas William estuvo a punto de perder el control del tiovivo. Los colores subieron traicioneros hasta sus mejillas.
Oyó que el joven llamaba a la pequeña pelirroja para que mirase al objetivo. "¡Molly!" repetía incansable.
Una vez hubo parado la atracción, Will se acercó a disculparse a la joven y al despedirse se volvió hacia el joven alegre.
-Qué suerte tienes de tenerla.- Le dijo con una sonrisa.
Al principio el chico le miró desconcertado aunque luego comenzó a reír.
-Mi hermana es de lo mejor que hay.- Susurró señalando a Molly con la mirada.
Quizá fue ese el momento en el que nació otra historia de amor.
Una historia verdadera entre Will y Molly que había durado hasta ahora. Una vida de música, de llantos, de risas, de amaneceres, de besos, de bailes…
Y ahora ella se había ido.
Will encendió por última vez el tiovivo aquella mañana y recorrió todos y cada uno de los rincones de su mente con ella en su cabeza. La amaba con locura.

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