sábado, 16 de agosto de 2014

"Look at the stars, look how they shine for you.”

No podía esperar más. Faltaban horas para poder cumplir su sueño y el corazón hacía días que había dejado de vivir tranquilo. Le habían hecho una promesa: una promesa sagrada. Iba a conocer por fin al motivo de su existencia, a su inspiración.


Maletas hechas, cosas preparadas, BILLETES EN LA MANO. Se iba a Barcelona. Le hubiera gustado coger un vuelo más temprano pero el único que quedaba cuando le informaron de aquel milagro era el de las seis de la tarde y a las diez sería el concierto.


Martina repasó durante el trayecto todas y cada una de las canciones. La voz de Chris Martin salía por aquellos destrozados auriculares y le transportaba hasta el lluvioso día por Madrid, años atrás, también en otro de sus conciertos. El mismo sentimiento y la misma emoción le recorría por las venas. Miraba ilusionada a través de la pequeña ventana del avión esperando verlos de lejos, a pesar de que fuera una locura.
Llegó a la ciudad condal cuando el cielo comenzó a tornarse de mil colores. Corrió al hotel, dejó las maletas y se puso su camiseta de Coldplay tras llenarse el brazo de pulseras. El pelo algo despeinado y el brillo en sus ojos, Martina corrió por las calles de la mágica ciudad de Gaudí mientras la luna amenazaba con ser la protagonista de la noche.


Entró como pudo en el auditorio sorteando a la muchedumbre enloquecidas. Nada le importaba ya, mas que ver a su anhelado grupo. Con las entradas en el corazón y el pase VIP en el bolsillo llegó hasta las primeras líneas de la pista.

Un rugido ensordecedor dio comienzo al concierto y, de entre millones de colores y luces miles de personas adivinaron ocho pies acercándose al centro del escenario.


Como no podía ser de otra forma, la conocida voz de Chris Martin comenzó a viajar al son de los acordes de Viva la Vida y a la mitad de la canción se silenció para dar paso a las voces que le pertenecían, esas que estaban brillando como las estrellas del cielo, en aquella noche de otoño frente a él.
El grupo se entregó completo a su público. Cuando llegó el momento de "Yellow", Jon hizo levantar hasta a los más cansados con la única ayuda de su guitarra. Will y Guy se dedicaron una sonrisa cómplice y en uno de los momentos mágicos del espectáculo, los cuatro integrantes se fundieron en un abrazo.



"Look at the stars, look how they shine for you.

Recordaron sus inicios, cuando todas aquellas butacas aún estaban vacías, cuando faltaban saltos, risas, llantos y sonrisas.
Martina vivió.
Estaba viviendo aquel concierto como uno de las experiencias más maravillosas de su vida. Al igual que en el anterior, las lágrimas la acompañaron en todo el espectáculo. Queridas lágrimas, que sabían expresas todo lo que ella era incapaz de decir con palabras.
Chris miraba a la multitud uno a uno y la distinguió cantando alto, cantando fuerte, con lágrimas en los ojos.
Entonces supo que era ella. La chica de la que le habían hablado, la que después vería en el camerino.
Cientos de personas detrás de Martina, había otro que se había percatado de su presencia. Se había aprendido todas las curvas de su risa. Se sabía de memoria en muy poco tiempo el trayecto de la sal de sus lágrimas y conocía todos y cada uno del ritmo de sus desenfrenados cabellos. 
Él también cantaba. Él también estaba invitado al camerino. Pero, él no sabía siquiera si volvería a ver a aquella preciosa joven llena de vida.
Aquello acababa y el último turno fue para "Paradise". Con ello el grupo quiso agradecer el apoyo y el cariño que le habían dado de una parte hasta entonces. Con ello fueron uno más de la multitud.

Cuando las luces se fueron apagando y Coldplay desapareció del escenario, Martina partió en dirección contraria a la multitud. Primero entró en el baño, se secó las lágrimas y después comenzó a correr por un pasillo que se le antojó frío, vacío e interminable.


Al final llegó a una puerta con un cartel que rezaba "Coldplay". La puerta entreabierta y la luz de su interior le invitaban a entrar. 
En un rincón de la estancia vislumbró un piano y comenzó a juguetear con él mientras esperaba que aparecieran.


Aunque estuviera en España estaba preparada para poner en práctica todos sus conocimientos de inglés. Sonrió al alternar las teclas blancas y negras al azar.
-¿Martina?- Preguntó alguien tras de sí con un fuerte acento.
 A la joven se le heló la sangre. El vello fue erizándose poco a poco y sus ojos no cabían en sí de su gozo.
Se volvió súbitamente para verlos. A los cuatro. Perfectamente vivos ante ella. Mirándola. "Martina, respira, respira, respira….AHHHH" Pensó su cabeza. Le preguntaron cómo estaba y como respuesta, ella se abalanzó y los abrazó. Aquella era la contestación más sincera y emotiva que habían recibido.
Pasaron una velada increíble.
Subieron a la azotea donde esperaba todo el equipo y algunos conocidos. Solo quedaron las risas.
El joven invitado del grupo que había estado observando a Martina en el concierto miraba a las estrellas, de espalda a la comitiva.
-¡Ansel!- Gritó en inglés Will,- Ven, vamos a presentarte a alguien.
Por segunda vez aquella noche el corazón de Martina se paró durante dos milésimas de segundo. Aquello no podría ser bueno. ¿Había escuchado aquel nombre? "Martina, se te va la pinza. ¿Cómo va a  ser él?" pensó para sus adentros.
El joven soñador que miraba a las estrellas abrazado a un abrigo azul marinero se volvió.
Martina contuvo la respiración al verlo sonreír. No podía creerlo…


ERA ÉL.
Ansel Elgort. 
ANSEL ELGORT!!!!!!!!!
El guapísimo, barra, impresionante, barra, maravilloso actor de quien vivía enamorada. ¿Qué estaba haciendo allí?
Como adivinando sus pensamientos y de la mano de una amplia sonrisa Ansel le contestó:
-Coldplay es mi grupo favorito desde que era niño.
Los labios de Martina que hasta entonces habían descrito una enorme "o" que no disimulaba su sorpresa se cerraron.
-Soy Ansel, encantado.- Continuó.
Al ver que las palabras no salían de la boca de aquella joven increíble decidió preguntarle su nombre.
-Martina. Me llamo Martina. Lo siento.
Después de la copiosa cena en la que todos se comportaron como una gran familia tocaba bailar. 
La noche era joven y ellos se habían propuesto recogerse con la luna.
Alguien del equipo acompañó a Martina a cambiarse al hotel y fueron recorriendo todos los bares de la ciudad en busca de un movimiento frenético de pies. Martina iba preciosa, un vestido azul cielo lleno de pequeñas motas de colores.
Ansel y Martina acabaron bailando cogidos de la mano. Cogidos de la mano, reían, hasta que él se atrevió a acercarla demasiado.
Él la besó. Primero lento y luego apasionadamente. Ella se dejó besar y le correspondió.


Era tarde y la pareja se despidió del resto. Martina volvió a llorar al decir un "hasta luego" a su queridísimo grupo.
Ella con el abrigo de el sobre los hombros y el comiéndosela con la mirada.
Compartieron besos en cada esquina, en cada rincón.
Sin saber cómo, ni porque acabaron viéndose dormir el uno al otro arropados por las primeras luces del alba de la ciudad condal en una habitación de hotel que se les antojó maravillosa.
Ansel partía al día siguiente para los Estados Unidos y ella regresaba a casa. Antes de quedarse dormidos habían prometido llamarse. Ambos daban gracias a aquella noche…
Ansel se despertó sobre las diez de la mañana y la observó dormir. Era preciosa.
Ella de pronto abrió los ojos. Un beso.


Desayunaron y compartieron un taxi hasta el aeropuerto. Ella no se sintió triste. Sabía que aquella noche sería la mejor de toda su vida. Sucediera lo que sucediese después.
Un último beso, uno en el que se paró el tiempo.
Y después cada uno se fue por su lado.

Martina no podía creerse aquella experiencia. Viajó abrazada al pintalabios que había dejado marca en los labios de Ansel la noche anterior sin quererlo.
Llegó a casa sin darse cuenta y aquella noche cuando adivinaba la sonrisa del joven entre las estrellas se metió la mano en los bolsillos de su abrigo.
En el izquierdo notó algo raro. Un pequeño papel arrugado quedo atrapado entre sus dedos.
Cuando lo desplegó las lágrimas comenzaron a recorrer traviesas sus mejillas.
Aquel pequeño trozo de papel rezaba:

"Look at the stars, look how they shine for you. - Coldplay 
Yours, A.

No tenía palabras para describir aquello. Quizá "magia" lo englobara todo, o quizá no se necesitaban esas palabras. Quizás solo debía vivir como si no existiera un mañana.


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