jueves, 13 de febrero de 2014

¿seguro?


Poco a poco las piernas le tiemblan cada vez más. Los te quieros al oído siempre fueron su debilidad.

Añora el olor de su piel en verano, echa en falta la luz, el sabor de la sal, su risa.
Pero ahora que lo tiene delante solo se siente débil. Débil porque ya hace mucho que dijeron la verdad, verdad que sirvió de muy poco.

Él la coge de la cintura y camina lento, hacia ella. Hace tiempo que las farolas no alumbran más que a unos pocos metros y apenas se ven. Cómo la echaba de menos...

Puede distinguir en el poder de la noche esos dos ojos que le han querido tanto. Puede pasar la mano por su cabello y atraerla hacia sí. 
Sin embargo, no se mueven. No quieren.

-¿Y si sale mal?

-¿Peor?- Quiere saber ella.

-Cierto. Peor que echarte de menos todos los días no puede ser. Era como tu decías: jugamos a ver quien se hace más daño. ¿En qué piensas….?

-Pues…pienso que somos un auténtico desastre, pero ¿será por algo no? Mira, vamos a dejar de mentir. Vamos a dejarlo. No tiene sentido y duele.

-¿Te duele? Pensé que me odiabas…

-Y te odio.

El silencio les roba los suspiros. Pero ella no ha terminado.

-Te odio por hacerme sentir la persona más miserable del puñetero mundo solo por quererte. Te odio por intentar preocuparme por ti para que no confíes en mi. Te odio cada vez que decides que las palabras con nosotros no valen…Pero te quiero más que eso-Confiesa tímida.

-Nunca miento, lo sabes. Y créeme cuando te digo que las palabras no bastan.

-Claro que si, bueno….los hechos demuestran más pero, con las palabras me conformo.

Él no se cree que las palabras le basten, no está de acuerdo. A él le falta algo.

-¿Sabes? Yo también te odio. Odio como me miras cuando quieres conseguir algo, que al final siempre consigues. Odio que no contestes, odio que me ignores y que pases de mi, odio que al intentar abrazarte te vuelvas y te marches…

Ella medita sobre lo que acaba de decir. Si ha hecho todo eso es porque  estaba cansada de que le tomaran el pelo. Estaba harta de poner tiritas en el corazón en las que escaseaba el pegamento.
Su mirada se desliza sobre el firmamento, busca tantas estrellas perdidas…

La mano del joven le acaricia el rostro, la atrae hacia sí y con un cariño infinito pega sus labios a la boca de ella y los deseos afloran sobre ambos.

Puede que salga mal, aunque tienen que intentarlo.
O puede que no.

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