sábado, 15 de febrero de 2014

Pequeños detalles hacen grandes rasgos.

Y es que abrir los ojos y encontrármelo tumbado durmiendo tan plácidamente….
Lo miro dormir y soy feliz. Nunca pensé que algo tan simple como levantarse abrazada a alguien
Se le ve tranquilo, incluso a estas horas de la mañana, con poca ropa sobre su cuerpo y menos luz que entra por los entresijos de la persiana lo veo sonreír en sueños.
Ha sido una noche perfecta. Debo compensárselo, no creo que me merezca su cariño, y menos de esa forma. Con cosas como la de anoche me hace sentir que soy capaz de todo, me hace estar segura de mi mismo, me hace que haya servido de algo perder la cabeza por su sonrisa.
Lentamente me levanto. No quiero despertarlo, pero voy a prepararle el desayuno.
Abro la puerta sigilosamente y descalza con la única compañía de mis pasos me dirijo a la cocina.
Hace un par de horas que ha amanecido, el cielo luce de un azul intenso, demasiado difícil de igualar. Aún es temprano.

Ya está con esto me basta. He hecho dos zumos de naranja, aunque el mío me lo acabo de terminar. Estaba muerta de sed. He cortado varias piezas de fruta y he fundido la mitad de la tableta de chocolate que quedaba en la despensa. Sé que las frutas con chocolate son su debilidad, y la mía… 
He salido al balcón y he arrancado una pequeña margarita que crecía en una de las macetas que lo decoran. La he metido en un vaso y lo he colocado todo cuidadosamente en una pequeña bandeja de cristal. He hecho también café.  Acaba de salir. Ya huele a buenos días, lo oigo desperezarse mientras una brisa matutina de abril entra por la ventana.
Camino descalza sobre el parquet llevando entre las manos la bandeja de cristal con nuestro desayuno.
Él me sonríe cuando entro.
-Te quiero, ¿lo sabias?
-No.-Digo divertida.
-Te quiero tanto que hasta me estoy enamorando.- Me susurra.
Lo dice como si nada, conversamos, me abraza, sus labios recorren mi cuello de manera pausada y después comiéndose la fruta con chocolate me deja marcas en la piel.

Miro curiosa los restos de las velas que ayer iluminaron la estancia, hay cera por todas partes, por su culpa, por la nuestra.
Claramente la noche de ayer es una de las que quedan grabadas en mi memoria, y me gustaría que todos los buenos días fueran como los de esta mañana.
Para que luego no digan, que las chicas somos complicadas, para los que digan que un abrazo no nos basta, o que un te quiero al oído es una farsa.
Yo me conformo con abrir la puerta y encontrarlo en casa.


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