sábado, 21 de enero de 2017

¿Y cuánto escuecen los ojos?

Parece que ha llegado el momento de despedirme.
Y sabes que lo odio, abuela- detesto las despedidas- nunca terminarán de ser justas.

Pero, como nos intentan hacer entender, es ley de vida.
Y aunque me pregunte de qué vida es ley, y a qué precio, eso no va a traerte de vuelta.

Permíteme que hoy lo vea todo monocromado. Que el azul del cielo no se grabe en mis retinas y mis piernas flaqueen.

Permite que no encuentre diferencias entre el principio y el final.
Que sé que has estado siempre entre la más feliz de las felices-y yo eso me lo guardo dentro-, que has alzado el mundo sobre los hombros y lo has lanzado lejos otras tantas veces.
Que has disfrutado todo lo que te dejaron, y aun más.
Que has creado una familia maravillosa en todos sus aspectos, una familia imperfectamente perfecta.
Pero abuela, ¿sabes una cosa?
Vas a verle. Después de tantos años. Tenías ganas, ¿verdad?

El recuerdo que te dejó va a volver a ser, ante tus ojos.
Supongo que ahora te toca aprender a volar, cuida bien esas alas.
Tienes buen maestro, así que no me preocupo.
Pero, no nos duelas mucho, ¿vale?
Quédate siempre en nuestro corazón, con esas ganas locas de bailar, con esa alegría incombustible y con esos ojos verdes.
Quédate hasta que hagamos mucho ruido, hasta que ya no puedas más, hasta que la risa le pueda al llanto.

No hay comentarios: