sábado, 14 de enero de 2017

Exceso y defecto

Si quieres te cuento por qué supe entonces que esto no nos llevaría a ninguna parte.

Era  abril y tú, queriendo parodiar mi película favorita, me sacaste de pronto a bailar.
Raro en ti, que preferías no rozar las emociones fuertes.

-Puedo hacer de Darcy.- Dijiste riendo.- Sólo que en este caso, no la copiaríamos todo. La película se llamaría Exceso y Defecto. Si. Me gusta el nombre. Tu serás mi querida Miss Bennett, tan excesiva y voluptuosa y yo, el defecto mayor del reino.

Y te dio por reír, como pocas veces para dejarme pensando.

Cavilé sobre esos excesos que me achacabas, o la clase de defectos con los decías no estar a la altura.

Había excesos de equipaje, de besos, de planes de calendario.
Excesos de alcohol, mezclados con música comercial que te chirriaba en los oídos.
Excesos de deseos y excusas.
Excesos de ganas, de distancia y de insomnios.

Puede que al analizarme encontrara que quería de manera excesiva.
Mi filosofía era que las medidas podían abarcarlo todo menos el cariño.

También había algo de excesos en los errores cometidos y de coordenadas incompatibles.

Pero después llegó la hora de detectar  defectos.
De ti sólo arranqué uno, el quererte tan sumamente poco.
Pero también hallé en el mundo defectos de forma, de tamaño,
de logros,
defectos de tiempo y momentos.

Defectos que tú ignoraste, cuando eran tus mejores virtudes.
Y excesos, por mi parte, que me dejaban en el subsuelo.

Fue aquel abril, en que tu seguiste llevándome con pasos torpes. Pero no recordaste que tenía miedo a la oscuridad, o que era más de agua que de tierra.
Olvidaste que Darcy y Elizabeth cambiaban las posturas en el transcurso de su tórrido romance.

Y tú que tan defecto te llamabas, te quedaste con todos mis excesos.
Y yo,
embalé una caja de defectos de mi.

Los tuyos se habían quedado para el recuerdo.
Y si quieres, te lo digo ahora,
fueron los que me hicieron perder la cabeza por tu risa.


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