sábado, 14 de enero de 2017

Una no-despedida

Hoy puedo decir que me siento en el país de las maravillas.
Pero en lugar de ser mi No-Cumpleaños, esto es una no-despedida.

Me encanta volcar las palabras, rebosarlas del vaso, verlas manchando la luz con su porte de negra elegancia.
Pero a la hora de decirlas, a la hora de expulsarlas de mis labios,
no me veo con fuerzas.
Incapaz.

Siempre me quedan cosas por decir.
Debo tener la conexión cabeza-corazón averiada, para no ser capaz de demostrar con palabras lo mucho que me importa alguien.

Y lo poco que me gustan las despedidas.
Y lo mucho que me cuesta dejar atrás las cosas bonitas.
Y lo que disfruto descubriendo almas que me llenen la vida,
almas que estén en buenas en malas y en peores.
Personas que aunque veas cada vez menos, sabes que podrías contar con ellas con los ojos vendados caminando sobre rescoldos.
Personas a las que confías tu último día.

Si ya me lo dijeron con aquello de lo que rápido viene, rápido se va.
Pero a mi me encanta hacer oídos sordos.

Puede que estos días te hayan servido de reflexión, que hayas decidido que tu vida está mejor lejos.
Que haya llegado el momento de conquistar el sur.

Puede que estés cansado de frío, o de nosotros.

Puede que ahora mismo, todo sea inminente, y de miedo-mucho miedo.
Que el pavor te esté recorriendo las entrañas por dejar atrás lo que una vez disfrutaste tanto
Pero que también estés expectante, intentando adivinar que te deparará la suerte.

Suena la primavera trompetera, pero aún queda mucho para ver nacer flores.

Suerte, amigo.
Quema los paraguas, allí no creo que vayan a hacerte falta.
Y así llevas a cabo la venganza de nuestra parte.

Pero vuelve.
vuélvete a Triana,
y espéranos con ganas.

Que de mi, de nosotros, no vas a librarte tan fácilmente.
Y de las goteras del norte tampoco.




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