miércoles, 21 de septiembre de 2016

La chica de la barra

Quisiera saber por qué a la chica de la barra le duele tanto echar de menos.
Por qué le escuecen los abrazos. Y la punta de una pistola le da más calor que el ultimo rayo del sol del verano.
Por qué no olvida aunque quiera, ni aunque se lo proponga.

Por qué llorará por ellos.
Por qué tiene sueños que saben a imposibles de limón, y siempre espera en ese rincón, junto al espejo.
Hasta que la madrugada canta las tres.
Como con esperanzas, como creyendo que fueran a volver por donde un día desaparecieron. Como teniendo la fe que le falta-hoy- al resto del mundo.

Por qué llorará por ellos.
Los que un día le prometieron llenar de coronas sus ondulados cabellos.
Y de los que hoy no queda más que un enero triste. Otro comienzo con sabor a fin.
Un verano que termina, para dar paso a un otoño vestido de frío.

Con tanta lluvia por el norte que camufla las muchas lágrimas que descansan en sus pestañas antes de caer al más oscuro de los abismos.
El de una vida llena de contrastes.
Una vida en la que puedes abandonarte en la mas bella de las tristezas, o querer hasta doler el mundo, sin poder moverlo, no más que la luna.
No más que el sol, egoísta, pidiendo que esta salga solo cuando él se vaya.
Para así no mirarle a los ojos, y no verle la cara.

(O Caldereiria 26, Compostela)


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