viernes, 20 de junio de 2014

Si de ilusiones se vive, de decepciones se muere.

Esperar. Esperar un deseo, una llamada, una noche mágica, un beso, una recompensa.
Y luego nada llega. Luego se caen los sueños, las muñecas de trapo quedan abandonadas en un rincón y se termina el polvo de hadas.
Vivir esperando a que todo llegue es una auténtica farsa.
Más tarde terminas de crecer y te das cuenta de que nada es como lo pintan, de que vivías demasiado feliz y de que la vida es cuesta arriba.
Como siempre dicen, no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante. Hay que quitarse los miedos y seguir hacia delante.
Pero luego llegan las dudas, los agobios, los llantos, todo se desvanece...
Entonces ves que el trabajo no tiene la recompensa merecida, y te derrumbas.
Aún no ha salido el sol y tu ya no contemplas tu futuro, aún no ha salido y ya has dejado las armas en el derrotado campo de batalla.
Si fuera por ti, llorarías, aún más, de nuevo. Pero ya no te quedan lágrimas, ya no quedan despedidas ni gritos de alegría, porque no te vas. Te quedas. Y de nuevo hay que repetirlo todo. De nuevo vuelves a caer y no puedes ver el fondo.



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